El tiempo resuelve tan poco como el espacio

Por María Marqués

Me lanzo al vacío con la consciencia por montera y en manos de un avión que noquiere despegar. Sin conseguir llenar mi vista, miro a todos lados; la indumentaria de la gente no me cuenta nada, ni siquiera me convence.

Veo fieles y previsibles actitudes, armaduras que solo a golpe de crisis (personales) lograrán enseñar la otra cara del disfraz.

Tal vez no vine a perder la vida y me siento intrusa del alma porque trabajo cada día para que el vestir sea sobre todo comunicar. Concibo en ese entramado un principio de necesidad, de cubrirse y protegerse también de las inclemencias del tiempo. Y valoro de su evolución la labor de agujas prodigiosas que lo han convertido en belleza.

Yo tampoco concibo una vida sin la belleza, pero la que me entra por los ojos, no la que me encasilla a unos cánones que me conviertan en esclava. Creo en la construcción de un estilo forjado en la coherencia y asentado no sólo en la imagen sino en el conjunto que se resuelve de su unión con el movimiento armónico y la capacidad de comunicar.

Me dispongo a emerger, humilde pero noble, como recuperada de una demolición, que más que añadir, ha tirado tabiques. Y otorgo al criterio el debate que se rige entre el alma y el cuerpo. Con vocación, pero sin crear tendencias, para que sea el carácter de cada una el que mande… Y no queremos llevarle la contraria…

(“El tiempo resuelve tan poco como el espacio” es una frase de F. Savater)

www.ledimanche.es

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