‘Declaración de guerra’: Romeo y Julieta salen de la trinchera

Por los35milímetros

Una cinta personal y emocionante; una radiografía de la intimidad de una joven pareja sobrepasada por las circunstancias,  y que a pesar de la dureza de lo que nos cuenta, está plagada de momentos divertidos.

Los protagonistas de Declaración de guerra (La guerre est déclarée), elegida mejor película en la última edición del Festival de Gijón, son una joven pareja que descubre que su hijo de dos años tiene un tumor cerebral que pone en riesgo su vida. A simple vista parece el argumento de una película de las que Antena 3 pone el sábado por la tarde, pero nada más lejos. La directora Valérie Donzelli dirige y cuenta la historia de su propio hijo. Para ello cuenta con la complicidad de su compañero en la vida real, Jérémie Elkaïm, que coescribe con ella el guión de la película y encarna al protagonista masculino. Si contar una historia protagonizada por un niño con cáncer sin caer en sentimentalismos baratos es una tarea complicada, el hecho de que el relato esté basado en tu propia vida hace que la dificultad del cometido aumente exponencialmente. Donzelli y Elkaïm superan el reto con nota y nos regalan una cinta personal y emocionante que a pesar de la dureza de lo que nos cuenta está plagada de momentos divertidos.

Empezamos por el principio. La primera vez que nos encontramos con Juliette (Valérie Donzelli) ella está en una fiesta en la que conoce a Roméo (Jérémie Elkaïm). Los dos se gustan y entre copa y copa deciden irse juntos para conocerse más profundamente. El tiempo pasa y se ve que la pareja funciona, se gustan, se divierten juntos y el amor entre los dos se va haciendo más fuerte. La vida les va bien, son jóvenes, se tienen el uno al otro y salen adelante trabajando y con la ayuda de sus familias. La llegada de Adam es la guinda que corona el pastel, el bebé llega para colmar de felicidad a la joven pareja y enseguida se convierte en el centro de sus vidas. Cuando el pequeño cumple dos años las cosas empiezan a complicarse, por una serie de acontecimientos Roméo y Juliette empiezan a sospechar que hay algo que falla. Tras un largo periplo por diferentes médicos descubren que el niño tiene un tumor cerebral que debe ser inmediatamente operado. A partir de ahí todo se rompe, la felicidad que reinaba en la vida de la pareja se va al traste y todas sus energías se centran en luchar porque el niño sufra lo menos posible y pueda recuperarse cuanto antes.

Lo que en manos de cualquier otro director se habría convertido en una repetición continua de clichés y lugares comunes se transforma en Declaración de guerra en una radiografía de la intimidad de una joven pareja sobrepasada por las circunstancias. Da la impresión de que Donzelii y Elkaïm han apostado por poner toda la carne en el asador, se han atrevido a desnudarse delante de las cámaras y a pesar de poner en primer plano su intimidad más profunda en ningún momento resultan abrumadores.

Las cualidades de Declaración de guerra son muchas pero la más importante es su capacidad para dejar hueco a la normalidad en una situación que no está cerca de ser ordinaria. Los personajes, lejos de ahogarse en su propio drama, tienen tiempo para quererse y cabrearse, para salir de fiesta con sus amigos y emborracharse hasta perder la cabeza, para reírse de sus miserias y encontrar la luz en momentos que parecen negros. Al final de la película tenemos la sensación de que lo que les pasa a Roméo y Juliette puede pasarnos a cualquiera de nosotros y deseamos poder ser capaces de reaccionar como ellos lo hacen en caso de vernos en una situación parecida.

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