‘Ruby Sparks’: las mentes inspiradas (y su efímero brillo)

Por los35milímetros

Un escritor que decide poner remedio a su bloqueo mental creando el personaje de una chica que se enamora de él y que, de forma inesperada e inexplicable, acaba por hacerse real. Esta es la premisa de Ruby Sparks, la segunda película del dúo de directores Jonathan Dayton y Valerie Faris, tras la deliciosa sorpresa que supuso su ópera prima, Pequeña Miss Sunshine.

La película está inspirada en el mito griego de Pigmalión, en el que un rey dejó de buscar la mujer perfecta para esculpirla, soñar que tenía vida y convertirlo en realidad mediante la ayuda de Afrodita. La actriz Zoe Kazan es esa estatua, Ruby, la creación que se gesta en la imaginación de Calvin, el escritor al que da vida el siempre solvente Paul Dano -tras las cámaras, su actual pareja sentimental-. Los dos intérpretes, nombres ya importantes del panorama indie americano, son el centro de una historia que une bajo la categoría de comedia romántica que todo lo absorbe, la fantasía, las inquietudes existenciales y los problemas de la idealización del amor. Junto a Kazan y Dano, completan el reparto actores tan interesantes como eficientes, aunque en papeles en este caso algo caricaturizados y reducidos a circunstancias argumentales: Annette Bening y Antonio Banderas son la madre y el padrastro new age de Calvin, Chris Messina, su hermano macho, y Deborah Ann Woll, su olvidada ex novia.

Hay enRuby Sparks un puñado de cosas que la hacen digna de elogios. El talento en el lenguaje visual de los directores -que se forjaron en el mundo del vídeoclip, filmando el brillante Tonight, Tonight de los Smashing Pumpkins o Californication de los Red Hot Chili Peppers- sigue intacto, e incluso potenciado por la cuidada fotografía de Matthew Libatique -responsable de la de Cisne negro (Darren Aronofsky, 2010)-.

La música vuelve a ser un acierto gracias a Nick Urata, integrante de Devotchka, el grupo que con temas como éste puso sonido a su Pequeña Miss Sunshine. El corazón literario de la película es un gran fondo: se juega con el llamado efecto pigmalión, el fenómeno estudiado en la psicología -principalmente por el norteamericano Robert Rosenthal, al que se hace un guiño con el nombre del terapeuta de Calvin (interpretado por Elliott Gould)- en el cual una persona consigue algo que se propone debido a su fuerte creencia en ello.

Ruby es la profecía autocumplida de Calvin, en la que se refugia la mente de un creador que no puede hacer frente a sus circunstancias. Esto se utiliza como excusa para retratar esos peligros de las relaciones personales, que nacen en el egoísmo y la idealización. El resultado de Ruby Sparks se podría enmarcar, salvando mucho las distancias, en esa comedia americana estilizada y creativa que llegó a sus más altas cotas con los trabajos de Charlie Kaufman (sea con Michel Gondry o Spike Jonze).

Ruby Sparks no supone un paso adelante en la visión del dúo de directores -unidos también por el amor, son marido y mujer-, pero es una encantadora y estimable nueva entrega de un estilo que ya hace mella en otros directores como, por ejemplo, Glenn Ficarra y John Requa (Phillip Morris ¡Te quiero!, 2009, y Crazy, Stupid, Love, 2011)

www.los35milimetros.com

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