Mercedes Jiménez: “Tenemos la capacidad para mejorar; somos seres evolutivos”

Por Sónia Marquès Camps

Mercedes Jiménez es coach desde una visión humanista basada en la autenticidad del ser humano, en su potencial para mejorar y su capacidad para redirigirse hacia una dirección constructiva. Su trabajo hoy está muy centrado en la gestión de la incertidumbre, palabra clave en estos tiempos. Enseñar a saber vivir con la incertidumbre, en definitiva.

Todo un reto vivir con la incertidumbre…
Nos han enseñado a vivir según un modelo basado en la seguridad, en los logros. Un modelo que parte de un gran error, porque jamás nadie puede tenerlo todo controlado. Es una falacia que a veces llega a confundirnos, ya que cuando conseguimos un objetivo volvemos a la incertidumbre, hasta conseguir el próximo objetivo marcado. Existen maneras de manejar y aceptar la incertidumbre, tan propia de este momento que estamos viviendo. Lo primero sería cambiar esta visión que tenemos del mundo basado en buscar la seguridad. La mayoría de los conflictos que resolvemos en el día a día tienen que ver con esto. Cuando desvelamos que la seguridad no es más que una sensación física,  y si logramos sentir esa sensación sin necesidad de exigirnos hacer tantas cosas, seguramente conseguiremos disfrutar mucho más del recorrido.

¿Tenemos todos normalmente la capacidad de mejorarnos?
Creo, y mucho, en el esfuerzo de las personas y en su capacidad para mejorar. El coaching, tal y como yo lo entiendo, es devolver a la persona su capacidad de regenerarse, de reinventarse, de dejar de sufrir. Porque es una necesidad, y nosotros disponemos del potencial para satisfacer esta necesidad. Disponemos de todos los recursos, y la persona  puede tardar más o menos, pero al final va encontrar el camino. Los recursos los lleva dentro. Se podría decir que el trabajo del coaching es mostrar cómo sacar o acceder a estos  recursos. Y ser capaz también de ver lo bueno que hay en el otro. La mayoría de veces no sabemos el arsenal del que disponemos. Todos tenemos un potencial dentro que muchas veces se ve solapado por nuestros miedos e inseguridades.

En tu manera de trabajar hay seguro mucho de capacidad innata.
Hay una formación de años y hay un poco de psicología, que me apasiona; desde muy joven siempre me han interesado estos temas, y he estado leyendo, estudiando, interesándome por esta disciplina. Después, hay una parte que he desarrollado a partir de mi vivencia personal, de mi propio sufrimiento. Siempre les digo a los clientes: no importa cuál es la causa del sufrimiento, si es grande o pequeño; lo que importa  de verdad es cómo lo siente y cómo lo sufre la persona. Nuestro trabajo es sencillamente acompañar y ayudar a la persona a entender “Por qué”  y “Para qué” hace lo que hace. En el momento que hay comprensión de esto la mayoría de conflictos se resuelven.

¿Qué papel juega la empatía?
Mi experiencia personal  hace que pueda entender al otro y percibir en qué tipo de emocionalidad se está moviendo. La mayoría de veces es esa emoción que siente lo que no le está dejando alcanzar lo que quiere.
Siempre he sido muy curiosa de la mente humana, del comportamiento humano. Me apasiona saber por qué las personas hacen lo que hacen… Para mí es apasionante escuchar a la persona y intentar entender: ¿por qué funciona así? Indago para saber el punto dónde se inicio el conflicto. Hay un  momento en la vida que se instala en nosotros la emoción del miedo, por ejemplo. Mi especialidad es justamente desbloquear esa sensación, para que la persona pueda liberarse. Se trata de llegar a descubrir en qué momento la persona integró esa emoción, y en base a qué la ha construido. Y eso implica hacer un trabajo de introspección en uno mismo, algo que muchas veces no estamos dispuestos a hacer. En las formaciones, a mis alumnos les explico que el conocimiento profundo de uno mismo es lo único que nos hace libres. Si no sustituimos nuestras reacciones automáticas por respuestas elegidas, no podemos sostener que tenemos verdadera libertad.

¿Y si no sales del bucle?
Sólo  las personas que no quieren profundizar en conocerse de verdad son las que no encuentran el camino. Toda persona que realmente quiere bucear, bajar a las profundidades, con todas las consecuencias, sale y reforzado Pero, normalmente, nos quedamos simplemente en la superficie. Hay que bajar: inmersión total…Te guste o no. Porque una vez has bajado, cuando sales a la superficie sales completamente renovado. Pero hay que bajar. Si sientes  tristeza, la tienes que sentir; sostenerla, no negarla. … Lo que solemos hacer cuando sentimos una emoción que no nos gusta es intentar eliminarla, evitarla. Cuando lo realmente necesario es tomar consciencia de lo que sentimos, porque esta emoción nos está avisando de que tenemos algo a revisar. Si no sintiéramos una determinada incomodidad, no sabríamos qué nos hace falta desarrollar y qué necesidad todavía no está satisfecha.
Después de llevar algunos años en el mundo del desarrollo directivo y personal, he entendido que la vida es maravillosa, y que no hemos venido a sufrir. Sufrimos cuando no comprendemos algo, pero en el momento que hay comprensión desaparece el conflicto.
Nuestra cabeza es como un puzle, y en el momento que las piezas no encajan, hay que parar y preguntarse qué está pasando. La base principal es conseguir estar alineado, ser consecuente en lo que pienso, lo que siento, lo que digo y lo que hago.

Conciliar…   
Y hay que hacer que se concilien también esta especie de dos mitades que tenemos. Una que nos gusta  de nosotros y otra de la que renegamos. ¿Te has fijado que siempre tenemos dos conversaciones a la vez? Hablando contigo ahora, por ejemplo, podría haber en mi cabeza una conversación que va hacia fuera y otra que va hacia dentro. Si no me desconectara de esta conversación que va hacia dentro, ahora podría estar pensando en si lo que digo estará bien, etc. En el momento en que dejo de tener mi conversación interior, me entrego a esta entrevista por completo. El autoconocimiento también es lo que hace que puedas parar esta especie de radio interna. Y es lo mismo cuando trabajo. En clase, les digo a mis alumnos: estoy aquí para transmitiros todo lo que yo sé y tengo. Me olvido de si os voy a gustar o no; me trae sin cuidado, la verdad. Para mí es más importante que os queden integrados los aprendizajes. Si me paro en pensar si lo haré bien, si les gustaré… no estoy trabajando desde la autenticidad.
Y esto me lleva a otra cosa que quiero destacar. Para poder trabajar en el desarrollo y potencial de las personas hay algo muy importante a tener en cuenta,  es la humildad del coach o facilitador. Si el coach no está en su humildad, o no tiene muy trabajado su ego, no va a poder sacar lo mejor del cliente y se va a perder en el otro. Porque, ¿dónde está el terapeuta, el coach, si hay ego? Para que yo saque lo mejor de ti, no puedo perderme en mí, por decirlo de alguna forma.

Y eso, que parece agotador, ¿cómo repercute al cabo de tantas horas?
Los profesionales y las personas que nos dedicamos a este trabajo tenemos que tener espacios donde regenerar toda la energía que entregamos. En mi caso, hace años que hago meditación a diario. Y parar cada cierto tiempo también es importante. El día que siento que no puedo estar al cien por cien  anulo la visita, porque sé que no le voy a poder dar al cliente lo mejor. El trabajo del coach para mí tiene que ser vocacional en un gran porcentaje, está claro.

¿Qué has aprendido de las personas?
Cada persona con la que he trabajado me ha enseñado lo maravilloso que es el ser humano. Lo que más me llena de satisfacción es cuando veo la transformación de la persona, cuando el sufrimiento queda lejos. Cuando prácticamente la mayoría de todos sus días son de equilibrio y bienestar. Y esto es lo que más me llena de mi trabajo. De la experiencia he aprendido que las personas tenemos un poco de todo. Por eso no me gustan las teorías que fragmentan, etiquetan, categorizan. En primer lugar, porque cuando se etiqueta a alguien eso no deja de ser un juicio. Si yo trabajara desde juicios o etiquetas me estaría limitando en mi trabajo. Además, somos seres evolutivos, en movimiento, por lo tanto, no somos, sino que siempre estamos siendo; no estamos estáticos.

Gracias, Mercedes.

Mercedes Jiménez es Diplomada en Psicología aplicada a las organizaciones consultora y coach, secretaria de la Sociedad Española de Psicología y Pensamiento Humanista. Directora en Regen Palmer

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