‘De jueves a domingo’, despertar de repente

Por los 35 milímetros (Cristóbal Soage)

Existe un momento en la vida en el que la mirada infantil e inocente se desvanece para transformarse para siempre. El instante en el que un niño deja de serlo para despertar a una realidad mucho más compleja y desconcertante es difícil de capturar. No es sencillo establecer con exactitud el momento concreto en el que todo cambia para siempre. De jueves a domingo, la ópera prima de la chilena Dominga Sotomayor, intenta precisamente mostrarnos ese proceso.

Lucía es la mayor de los dos hermanos, por tanto la más atenta a lo que ocurre a su alrededor, especialmente en el mundo de los adultos que representan sus padres. La familia viaja en su coche hacia el norte de Chile para pasar el que será probablemente el último viaje que hagan todos juntos. Entre los juegos y las conversaciones de los niños se cuela de vez en cuando la tensión que se vive entre los padres, inmersos en una crisis profunda de la que no se nos cuenta demasiado.

Lo que vemos, o mejor, lo que intuímos, llega a nosotros a través de la mirada de la niña, que es capaz de adivinar que algo anda mal entre los mayores. A pesar de las preocupaciones, la pequeña intenta junto a su hermano disfrutar al máximo de los que pueden ser los últimos instantes de felicidad familiar. La película se esfuerza en trasladarnos la visión desconcertada del que descubre una verdad inesperada que hace que todas sus certezas se vengan abajo. Los miedos de la niña salen a relucir de forma inesperada y los adultos son incapaces de hacer nada para tranquilizarlos, ya que ellos son la fuente de la desazón.

De jueves a domingo es la historia de un viaje personal, pero también la de un viaje físico. La familia se mueve a través de parajes desérticos y desoladores, que muestran la cara más salvaje e inquietante de la naturaleza. En mitad de estos lugares se mueven las figuras de los niños, que lo observan todo como intentando capturarlo para siempre. La desolación del marco en el que todo se desarrolla sirve como metáfora a la situación que los pequeños viven, desamparados y solos ante el derrumbe del matrimonio de sus padres. El miedo y la incertidumbre ante un cambio trascendental y la incapacidad de los adultos para mitigar el dolor de los pequeños ante sus propios desastres son contados por la cámara de Sotomayor con naturalidad, inteligencia y honestidad. La película acierta a la hora de capturar en planos lentos, que hablan a través de las miradas de los protagonistas, la realidad de una familia que se enfrenta a su momento más crucial.

www.lo35milimetros.com
@los35milimetros

Dejar un comentario

nombre*

Correo electrónico* (no publicado)

sitio web