‘La bicicleta verde’, con los ojos que debe tener una niña de verdad

Por Los 35 milímetros (María Villamarín)

Wadjda tiene diez años y vive en Arabia Saudí, uno de los países más ricos del mundo por ser exportador de petróleo, pero también uno de los más pobres en libertades. En una sociedad tan tradicional y que respeta tanto la sharia, ciertas cosas como que una mujer vaya en bici no está bien visto. Es lo que más desea en el mundo, tener su propia bicicleta, la de color verde que está expuesta en la tienda de juguetes de la que conoce cada milímetro de su metal. Y no cesará hasta conseguirlo.

Nada se sabe de partidos políticos, los dirigentes religiosos mandan en nombre de Alá, la homosexualidad está penada y las mujeres viven con numerosas restricciones, límites que Wadjda intenta sortear día tras día. Ella solo atiende a sus sueños y deseos propios, tratando de hacer siempre lo posible por conseguir sus metas, aunque para eso tenga que traspasar la línea.

A diferencia de las niñas de su edad que acatan todo, Wadjada escucha a todo volumen rock and roll en su habitación, calza unas All-Star y tiene un amigo especial llamado Abdullah (aunque sabe que está prohibido hablar con un hombre que no sea de la familia) a quien sueña pode ganar algún día en una carrera de bicicletas.

Wadjda nos recuerda un poco a la Marji de Persépolis (Marjane Satrapi, 2007), por encontrar algún vínculo, a pesar de que sus historias (las dos basadas en hechos reales, vivencias casi autobiográficas) se desarrollan en épocas, países y circunstancias históricas diferentes. Son diferentes pero albergan en su interior la misma capacidad imaginativa e irradian vitalidad. Marji está a salvo en el seno de una familia progresista partidaria del laicismo, se preocupa por componer el rompecabezas que le ayude a entender el mundo que la rodea, entender el derrocamiento del Sha, soportar el cambio político y el fervor islámico.

Por su parte, Wadjda (Waad Mohammed) tiene un padre casi siempre ausente y una madre que se exaspera cuando ella actúa como lo que es, una niña. Es educada de puertas para dentro en un estilo de vida occidental de familia acomodada pero sujeta siempre a las directrices. La diferencia basicámente está en el entorno que le toca vivir. Mientras Marji sufre un fuerte cambio de vida provocada por factores externos; Wadjda se busca los problemas y los propios cambios por su cuenta, actitud de contrataque contra la obediencia. No se mata a pensar, solo actúa sin pensar en las consecuencias, se agarra a lo que sea con uñas y dientes, es un comportamiento casi suicida como ella misma bromea.

La directora de La bicicleta verde, Haifaa Al-Mansour, pasa por todo este proceso de denuncia digamos que “de puntillas”, no se concentra en la falta de libertades, pero es tan grande, que acaba por tener bastante peso. Su narración sencilla es un de los aciertos, porque una historia tan humana no sería lo mismo sino fuera natural, sino viésemos avanzar la amistad de los personajes; no sería igual si fuera un ‘dramón total’. Y qué decir de esos ojos que lo dicen todo, son los más luchadores y los más pillos que hemos visto nunca. Los ojos que debe tener una niña de verdad.

Dejar un comentario

nombre*

Correo electrónico* (no publicado)

sitio web