El medio es el mensaje, y la escritura a consciencia

Por Sónia Marquès Camps

Con la extinción de la escritura con pluma y tintero se ha ido seguramente parte del proceso que implicaba la comunicación a través de este medio; a saber, el tiempo previo para la planificación o toda la delicadeza de cuidar el texto o la relación con nuestro interlocutor a través de una cuidada caligrafía. Recordamos la forma para rescatar el fondo.

Escribir a mano es un acto de plena concentración, de consciencia en el proceso, de pensar bien lo que se quiere decir. Hacerlo como se hacía con pluma y tinta requería reflexión, planificación, pensamiento, el esquema previo de la comunicación y mimar el acto de escritura. Escribir con pluma tiene algo de ritual. Especialmente, durante los preparativos. Prolegómenos necesarios para que la mente fuera entrando en materia, en lo que se quiere decir, antes de decir, de escribir.

No hay nada que escribir cuando no hay nada que decir. Más que improvisar, era más bien pensar bien qué quiero decir e intentar plasmarlo en un papel. Con el ordenador o con el smartphone como instrumento y con los nuevos canales que tenemos para la comunicación solemos empezar al revés. Tenemos una idea que no hemos trabajado a nivel profundo de pensamiento y nos lanzamos a la escritura. Muy bien; suelen salir grandes cosas también de ahí.  Pero al menos deberíamos saber que se comunica mejor si antes hemos planificado con cuatro rayas a lápiz y nos entregamos con los cinco sentidos al texto.

Porque, un aspecto importante de la comunicación hecha a base de puño y letra, ya sea a través de pluma o con bolígrafo, es precisamente el grado de proximidad con el texto. Un texto que escribimos a mano es un texto en el que estamos plenamente implicados; hasta con el tacto, incluso con el olfato (el olor a hoja de papel y sus emociones impregnan seguro el mensaje). Un texto que sentimos, un texto que vivimos.

Si el medio es el mensaje, como decía Marshall MacLuhan con el invento de la televisión, con los nuevos canales de comunicación como el email o whatsaap, que llevan implícita la prisa y multitud de interferencias, lo que escribimos son actos de comunicación a medias. Al menos, seamos conscientes de ello; tanto cuando escribimos como cuando recibimos.

Lo mejor que le puede ocurrir al escribiente es que le regalen tiempo; tiempo para pensar, pulir, perfeccionar su escritura. Y desde aquí, nuestra invitación a recuperar el placer que proporciona escribir a puño y letra.

“No se excluye que suceda con otros modos, pero escribir a mano nos ofrece la posibilidad de experiencias singulares de pensar. Escribir a mano. Sin nostalgia, pero con voluntad de constatación, al dejar de escribir de esa manera, no es sólo la manera lo que se deja… La escritura a mano es una escuela de vinculación, de enlace, de memoria, en la que los rasgos se dan en una continuidad únicamente quebrada por la irrupción en blanco de pausas y silencios… Hasta el extremo de que puede considerarse el pensamiento de la mano, la mano como pensamiento”. Escribir a mano, de Ángel Gabilondo.

© Alfonso d’Agostino – Fotolia.com
© Alfonso d’Agostino – Fotolia.com

soniamarcamps 

 

Dejar un comentario

nombre*

Correo electrónico* (no publicado)

sitio web