Carmen Durán: “La vida es la maestra”

Por Sónia Marquès Camps

Entrevista a la psicóloga Carmen Durán a raíz de la lectura de su libro Amor y dolor en la pareja, que nos ha fascinado por su manera de abordar el complejo escenario interno en el que se desenvuelven las relaciones de pareja y los grandes temas en torno a este universo, como el enamoramiento, los patrones relacionales, el apego o la pérdida.

Amor y dolor en la pareja
, publicado por Editorial Kairós, con la idea central en este libro de que la forma de vincularse de los adultos no surge de la nada, sino que viene condicionada por la experiencia producida en el seno de la familia como ámbito en el que los seres humanos se desarrollan. Carmen Durán habla de cómo todos los primates, incluidos los humanos, necesitan un entorno emocional que constituye un tejido, una trama imprescindible para alcanzar la madurez. Y de cómo determinadas facultades, cuando no han sido desarrolladas en el momento oportuno, se vuelven irrecuperables.

“Si la crianza ha ido bien, si el niño ha contado con unos padres amorosos que no frustran sus necesidades de amor y cuidado, en los que puede confiar porque le proporcionan seguridad y apoyo, dispondrá en la edad adulta de una buena base sobre la que tejer el entramado de sus relaciones”.

“Cuando se ha consolidado la confianza básica, bajo sus frustraciones y desengaños, mantendrá la esperanza de volver a conectar con la confianza cuando la haya perdido. Pero si esta confianza no se ha constituido, el mundo aparece como un caos donde reina la confusión. La desesperación será la compañera inseparable de la desconfianza y se convertirá en una constante amenaza”.

“La experiencia infantil de apego contamina el amor adulto con toda la carga de insatisfacción y expectativas del pasado. Se reactiva un conjunto de memorias y esquemas construidos sobre la base de experiencias de apego pasadas”, explica.

“Los seres humanos se sienten mejor cuando saben que cuentan con relaciones afectivas”, has escrito. ¿Qué hacemos para no tener dependencia de estas relaciones y del bienestar que nos proporcionan?
La clave fundamental es el desarrollo personal; que uno mismo pueda estar solo. Cuando uno puede estar solo, puede estar mejor acompañado. Pero si uno no sabe estar solo, la compañía se transforma en dependencia; y el vínculo, en apego. El aprendizaje de saber estar solo viene desde la infancia, y tiene mucho que ver con haberse sentido seguro en las primeras relaciones. Se genera con la confianza del niño que sabe que puede alejarse de sus padres, cuando vuelve la cabeza y comprueba que siguen estando allí.
Aprender a estar solo sabiendo que hay alguien. Y allí no se establecen vínculos dañinos de dependencia, porque uno no tiene que estar todo el día pegado, sujeto con pinzas a la persona con la que quiere compartir la vida.

Destacamos estas frases de tu libro:
“En la adicción a las relaciones la persona concreta carece de importancia, lo que importa es no quedarse solo. En cambio, cuando la adicción es a una persona concreta, la idealizamos, la convertimos en un ser superior. Le damos el poder de salvarnos de nosotros mismos. En lugar de desarrollar una intimidad madura se fantasea con el rescatador soñado en la infancia. No es posible ver al otro, sino a este salvador soñado. Y se acepta cualquier cosa. Porque el temor consciente es al abandono”.

“A medida que se acepta el hecho de haber sido abandonado, al dolor, la cólera, el temor y vacío actuales se unen los vividos en la infancia y la experiencia de este dolor combinado es muy intensa”.

“La decepción viene de esperar cubrir necesidades no satisfechas en la infancia. Al menos, ahora contamos con herramientas para manejarnos con la frustración que en la infancia no teníamos”. Y también: “Le damos al amor el poder de salvarnos de nosotros mismos, en lugar de desarrollar una intimidad madura”.

El apego, ¿es algo muy actual, que tiene que ver con la época que vivimos? Y también me pregunto si la posibilidad de herramientas como el WhatsApp no contribuyen, en parte, a esta necesidad de contacto permanente.
Los vínculos han sido necesarios siempre a lo largo de toda la historia de la humanidad. Pero, digamos que la locura del vínculo, los vínculos de apego o de dependencia, tienen que ver con los ideales de cada momento, y este ideal de pareja romántica, de que uno no puede vivir sin el otro, como la idea de que el enamoramiento se conserva durante toda la vida, parece que daña más que beneficia. Cada vez más, tendemos a familias nucleares, y esto nos aísla más de los otros y hace que nos aboquemos más a una única persona, que lo pongamos todo en un mismo saco, por decirlo de alguna forma.
Y en cuanto al WhatsApp, creo que se ha convertido en algo obsesivo a veces; hay que estar informando de cada paso que das. Es estar siempre en contacto, y esto es algo diabólico y que agota.

Cada fracaso, cada forma de relacionarnos o patrón relacional que se repite, quizás es una oportunidad fantástica para trabajarse a uno mismo. Y cambiando esto, quizás cambiamos cosas de la vida de uno en general.
Cambias el patrón directo de una relación, y eso te permite cambiar la mirada sobre el mundo. Por eso, en las terapia muchas veces uno viene para enfocar un problema, pero cuando enfoca este problema todo se quiebra y hay que tocarlo todo. El síntoma es la punta del iceberg, que requiere mirar todo lo que hay detrás. Por eso, muchas veces, si no estás dispuesto a cuestionarte todo, casi es mejor no empezar un proceso terapéutico. Es un aprendizaje constante que requiere mucha autobservación, dedicación y esfuerzo, y que no siempre da los resultados que queremos. Cuando, por ejemplo, la desconfianza de una persona está muy justificada por su histórico, a lo mejor, esta persona no se puede transformar en una persona confiada, pero sí puede darse cuenta de su desconfianza y no actuar siguiéndola, pararla.  O darse cuenta, también de cuanto hay de miedo detrás de una retirada y actuar de otra manera. Esto no quiere decir que se vaya a transformar en otra persona, pero va creando conexiones cerebrales nuevas.

“El mundo afectivo es muy complejo”, escribes. Porque todo nos viene desde muy antiguo, porque hay toda una historia personal detrás de la forma que tenemos de relacionarnos…
Toda la historia personal y toda la historia ancestral. Es impresionante ver cómo se repiten patrones en las familias.

“Los límites de las relaciones reales son inevitables, inherentes a una relación tan compleja como es la de pareja, pero aquellos que devienen de la carga histórica, cultural y personal, que todos portamos, pueden, al menos, ser conocidos y aligerados”. Es algo que destaco de este libro; la importancia de conocer la historia personal o entenderla.
Es curioso, porque nos atrae lo diferente a la hora de relacionarnos en pareja, y después estos rasgos diferentes los convertimos en malos al cabo del tiempo. Es como si no nos resonara bien respetar la historia del otro. Y es importante hacerlo. Y respetar la historia propia. Y encontrar vías de encuentro donde lo diferente es enriquecedor.

Tú citas a Balsekar: “Para posibilitar cualquier relación sin que resulte demasiado conflictiva es necesario renunciar a la aspiración de transformar al otro y mirar si somos capaces de amarlo y aceptarlo tal como es”.

¿Cuándo empezaste a interesarte por el mundo de las relaciones?
Al iniciar los estudios mis intereses estaban más en el campo de la filosofía, creyendo que ofrecía respuestas a cada pregunta del hombre. Y empecé a estudiar psicología porque se me hacían demasiado abstractas las respuestas de la filosofía. Todo el tema de las relaciones, la genética, la psicogenética  me interesó desde muy pronto, al introducirme en el psicoanálisis, y donde puse mucho la atención en esto.

¿No siempre es posible salvar todas las relaciones en consulta con terapia, verdad?
Puedes equivocarte, y si lo haces a favor de los pacientes, qué bien que te hayas equivocado. Pero, en general, hay algo que notas, qué hueles casi, algo que ves que te dice: esto se ha roto. Cuando hay desamor, es difícil dar marcha atrás, por muchas cosas que intentes. Cuando no se ha instaurado el desamor y son otro tipo de problemas los que han aparecido en  la pareja, se pueden encontrar soluciones que los lleven a continuar. Pero si ha habido heridas muy graves que han producido mucho rechazo, es muy difícil dar marcha atrás y volver a construir el amor que hubo. Y sin amor es muy difícil salvar una relación.

Tiene una visión muy bonita del amor; que es hermoso por sí solo, dure lo que dure. Pero causa tanto dolor tantas veces…
El desamor, cuando se produce por un solo miembro de la pareja, requiere un duelo, y este duelo es inevitable. Pero la forma de vivir el duelo, incluso en caso de una muerte, se puede vivir de muy distintas formas. Parece que el dolor que produce la desaparición del otro es mayor si hay insatisfacción. La culpa muchas veces engancha, y se hace más difícil a veces resolver el duelo que cuando uno siente que ha hecho todo lo posible por la relación.
Cuando la persona tiene capacidad de estar solo y elige vivir con alguien, puede ser muy doloroso que este alguien desaparezca, pero puede seguir viviendo. Esa necesidad del otro para sobrevivir existió cuando era niño, pero ya no de adulto. Una persona puede hacernos la vida más grata, qué duda cabe.
El amor es algo valioso por sí solo, sí. Te abre el corazón. Es una experiencia que te transforma. Como la experiencia de ser madre o del amor de los hijos.

La vida por sí sola también nos enseña a apreciar el amor como esto tan transformador.
La vida es la maestra, y te pone en situaciones, que si las aprovechas, sirven para el crecimiento, para madurar… Si vives lo que te toca vivir como una posibilidad de aprendizaje y de ampliación de la consciencia la vida te da muchas oportunidades.

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