‘Eneagrama, los engaños del carácter y sus antídotos’

Por Sonia Marquès Camps

Citamos del libro Eneagrama, los engaños del carácter y sus antídotos, escrito por los psicólogos Carmen Durán y Antonio Catalán, párrafos que nos parecen esenciales para entender “cómo nuestros pensamientos más profundos condicionan nuestras conductas y las emociones nublan los pensamientos”. Para adquirir una percepción consciente y objetiva de la realidad, que también permite comprender a los demás.

Del Eneagrama y su clasificación en nueve personalidades solo damos aquí una pincelada explicando brevemente en qué consiste, porque creemos que cada lector tiene que hacer su “viaje interior” con la lectura de este libro. Según el Eneagrama, cada persona se “especializa” en una pasión, que será su “pasión dominante”, su escapatoria particular, su trampa para eludir la dificultad de la realidad.

Partiendo de la idea de que todos tenemos una naturaleza básica que es cualitativamente distinta de nuestra personalidad adquirida, “la tarea es recuperar esa naturaleza básica, nuestra esencia”. Y en esto se centran los autores, con algunas ideas extraordinarias, por todo lo que aportan para poder entendernos y para entender mejor el mundo y a los demás.

Hemos preferido detenernos en la parte final del libro, cuando se relatan los antídotos de cada uno de los nueve eneatipos, los nueve tipos de personalidades que aparecen en el Eneagrama; y porque buena parte de las ideas de este apartado se pueden generalizar a cualquier tipo de carácter. Y son clave, a nuestro entender, para este trabajo de autoconocimiento. A continuación, destacamos algunos párrafos textuales, que transcribimos a partir de ideas que, como decimos, nos parecen esenciales.

Como curiosidad, decir que en muchos fragmentos que hemos elegidos está presente el pensamiento de A. H. Almaas, que los autores han integrado en este trabajo y que da cuenta del calado que ha tenido en ellos su obra, especialmente, el libro ‘Facetas de la Unidad’.

“Observar la emoción sin identificarnos”

El hecho de observar los hábitos ayuda a hacerlos menos compulsivos y automáticos. Empieza un proceso en el que nos podemos desidentificar de nuestros hábitos de acción, pensamiento y sentimiento. Es preciso que la persona vea, por medio de la atención interna, sus propias emociones negativas y la identificación establecida con ellas.

La sensación de plenitud, de felicidad, serenidad y libertad que conlleva la simple comprensión de otro nivel de realidad, es algo que la mayoría de los humanos anhelamos y que está en nuestras manos conseguir puesto que una parte de nuestra mente sigue teniendo la capacidad de hacerlo.

Cuando domina la confianza básica, el centro intelectual se abre y percibimos la realidad. A través del trabajo de observación de uno mismo, que nos lleva a darnos cuenta de los engaños en la manera de percibir nuestro mundo interno y de construir nuestra cosmovisión, y quitados los velos, podemos acceder a otra manera de percibir la realidad, menos egocéntrica.

“La pérdida del sentimiento de unidad”

Al parar la mente, topamos con esa consciencia ilimitada de la que formamos parte y dejamos de percibirnos como un yo separado, la sensación de dualidad se disuelve, podemos percibir que hay otro plano de realidad donde mi existencia no está separada, como no lo está ninguna célula o ningún órgano de nuestro organismo de los demás, aunque tengan funciones diferentes y se puedan analizar clínicamente de forma separada. Utilizando el símil de Almaas, las olas del océano, carentes de existencia sin el océano.

“El sentimiento de culpa indefinida”

Para Almaas, la pérdida del sentimiento de unidad se experimenta como la sensación de haber sido castigado por haber hecho algo mal. Lo relaciona con el mito de la “expulsión del paraíso”, presente en todas las culturas, y que podemos interpretar como la añoranza del estado de unidad, perdido realmente con la aparición de la conciencia individual. La consecuencia es una angustia profunda (conectada con la angustia de desintegración) y un sentimiento de culpa indefinida, como si algo estuviera mal en nosotros.

Pero desde la idea del Ser nada está excluido, ni el ego ni el pensamiento ni la resistencia ni la neurosis. No sobra nada ni nadie. No es verdad que estemos excluidos, no es verdad que tengamos ningún fallo, ni que tengamos que arreglar las cosas, ajustar las cuentas. Sólo necesitamos reconocer que todo está bien en este momento. Si no interferimos ni manipulamos y dejamos que las cosas sean como son, experimentaremos un estado de unidad, que disuelve la ilusión de la dualidad y la lucha.

“El amor constituye el corazón de la existencia”

El Amor constituye una cualidad de la existencia, que la hace amorosa y gozosa, es la condición natural de la mente que aparece en el momento en que, contemplando la creación, nos invade una sensación de gratitud. Esos momentos en que somos capaces de reconocer la grandeza, la belleza de la creación, de un modo que nos emociona en lo profundo. En el Amor no hay polaridad, está más allá de las categorías, positivas o negativas, que nuestra mente ha establecido, es independiente de nuestros juicios mentales.

Cuando suspendemos nuestras opiniones, experimentamos la cualidad amorosa y compasiva del Ser. El Amor constituye el corazón de la existencia. La percepción de esta Idea, de que todo lo que ocurre tiene cabida en el Ser, es Ser, con independencia de lo que nuestra mente piense de ello, hace que nuestro corazón se abra.

“La comprensión del amor”

La comprensión del Amor es el antídoto específico para la creencia de que no podemos ser queridos. Esta idea, no totalmente consciente, produce un sentimiento de inferioridad. El amor es vivido como condicional, concreto, no como una cualidad de la existencia, el amor existe, no se niega el amor, pero tenemos la sensación de que nosotros no cumplimos las condiciones, no poseemos esa cualidad de lo amable y, por tanto, no somos ni podemos ser amados.

Cuando no nos sentimos queridos creemos que dentro de nosotros no hay nada digno de ser amado, lo que somos no es suficiente para despertar el amor; nos sentimos inferiores al creer que carecemos de lo que nos hace queribles. Es una sensación de que somos seres de segunda categoría, que nos falta algo. Este convencimiento no puede adjudicarse a ninguna deficiencia concreta, ni puede eliminarse por ningún reconocimiento. Uno se siente intrínsecamente inferior, no importa lo que haga, lo que consiga, lo que posea. No es la sensación de haber perdido algo que alguna vez tuvimos y que era bueno, sino de que nunca lo tuvimos, que fuimos creados con un defecto. Siempre encontramos el fallo donde colgar nuestra inferioridad, a menudo en lo físico, pero también en otros aspectos internos que tratamos de ocultar.

Como dice Almaas, es un sentimiento de inferioridad muy global éste de no creernos dignos de amor, que nos desconecta de la posibilidad de ver nuestro propio valor. Además, como no nos permitimos reconocer nuestras capacidades y atributos, aunque tengamos experiencias de realización y comprensión, seguimos sin creer que somos nosotros los que estamos teniendo esa experiencia, y seguimos comportándonos sin darle importancia, como si no lo supiéramos.

“El sentimiento de inferioridad”

A primera vista, los demás no me aman, pero detrás está la desconexión con la ternura, la creencia de ser incapaz de esos sentimientos amorosos que reclamamos en los otros. Eso es el verdadero fallo, el error con el que hemos sido creados, y para subsanarlo, nos olvidamos de nosotros, nos ocupamos de los demás, tratamos de hacer lo que necesitan, relegando nuestros deseos; y cuanto más lo hacemos, más nos alejamos del Amor que anhelamos, más nos impedimos sentirlo dentro de nosotros.

No podemos dejar entrar el amor, reconocer que los otros nos quieren, recibirlo porque, en un nivel profundo, nos sentimos incapaces de corresponder. Tenemos entonces que hacer muchas cosas para que nos quieran y para creer que queremos, pero nada será suficiente hasta que no podamos reconocer que nuestra esencia es también amor, que el amor está en nosotros, no estamos excluidos del gozo del Amor, de una existencia amorosa; podemos vivir, en lugar de limitarnos a sobrevivir.

La inferioridad no puede disolverse si no integramos el Amor. Hemos de renunciar a la creencia de que nosotros no pertenecemos al Ser, estamos excluidos, somos fruto de un error. Esta creencia deriva de la situación de dependencia infantil en la que el niño no puede aceptar los límites del amor de los padres y piensa que si los padres no lo quieren (como él necesita ser querido), no es debido a las dificultades de los padres, sino a que algo falla en el propio niño.

“El amor, como cualidad intrínseca”

Si el Amor constituye la naturaleza de la realidad, también nosotros somos Amor, podemos experimentar en nosotros mismos los sentimientos de ternura que abren nuestro corazón, nos acercan a los otros, nos permiten llenarnos de sentimientos amorosos que hacen que nuestra vida deje de ser monótona y aburrida, que permiten el entusiasmo y la vitalidad.

El conocimiento de que el Amor es nuestra cualidad intrínseca elimina la inferioridad. El Amor que permite que nuestra vida siga desarrollándose, que no nos abandona. El Amor es una cualidad inseparable de la existencia. No tenemos que hacer nada para mejorarla.

“El deseo de cambiar la realidad”

Ver la realidad desde la Perfección significa ver que está bien tal como está, que no precisa correcciones. Pero el ego no puede percibir la Perfección, pues lo que desea es cambiar la realidad para que encaje con lo que él cree que debería ser. Ver las cosas objetivamente significa que no tiene importancia el hecho de pensar que lo que estamos viendo sea bueno o malo, significa sólo verlo tal cual es.

Pero la Perfección no puede percibirse desde el punto de vista del ego, puesto que el ego desea cambiar la realidad para que case con la que debería ser. Desde el ego, la honda creencia de que algo anda mal en nosotros se proyecta al exterior, por lo que siempre vemos algo equivocado en algún lugar e intentamos mejorarlo.

Se trataría de apartar el ego y sus juicios, darse cuenta del sentido que tiene para la vida cualquier cosa que ocurra, de cómo la vida se generó y lleva miles de años funcionando, sin que yo existiera, desde antes del origen, para decirle cómo debería hacerlo. Hay una caída de la soberbia que implica creer que uno sabe, y de sentir que uno lo haría mejor que cualquier Dios.

No implica volverse inactivo, sino que nuestra acción deja de estar guiada por la exigencia y el deber, es espontánea, acción sin ego, sin juicios ni preferencias, hacemos lo que tenemos que hacer, sin más, perdiendo la rigidez de la conducta normativa.

“Dejarnos en paz”

La comparación de lo que somos con la idea de lo que podríamos ser, de lo que deberíamos ser, se basa en los sentimientos infantiles del amor condicionado a nuestra conducta, la sensación de ser bien acogidos cuando cumplimos las normas, y rechazados cuando no lo hacemos.

Proyectamos hacia afuera nuestras experiencias y las sustentamos por medio del superyó, el entorno social o los valores espirituales. Reaccionamos intentando mejorarnos; comparar, juzgar y criticarnos a nosotros mismos se convierte en una actividad obsesiva para cambiarnos (y cambiar el mundo) y conseguir así el amor anhelado. Creemos que si trabajamos a fondo para cambiarnos, al final podremos dejarnos en paz, podremos disfrutar  y esto se vuelve infinito.

“No hay nada en que convertirse”

Almaas insiste en que podemos dejarnos en paz ya. No hay nada en que convertirse si ya somos el Ser. Tenemos la idea de que hemos de esforzarnos para conseguir mejorar y el temor de que si nos aceptamos tal cual somos no podremos evolucionar. Paradójicamente, algo cambia en lo profundo cuando dejamos de exigirnos, puesto que esa exigencia implica opresión y odio, y el odio impide la evolución natural.

Esto cambia profundamente cuando podemos ver que todo es Ser y que las formas que adopta son secundarias; cuando estamos en contacto con nuestra naturaleza intrínseca y dejamos de tener la sensación de que algo va mal, nos volvemos más tolerantes con los demás y menos rígidos en nuestro comportamiento.

No somos un objeto independiente, por tanto, no podemos ser el autor de nuestro “drama”, aunque nos empeñamos en serlo, somos sólo el actor a través del cual la vida se expresa.

Cuanto más presentes estemos en el ahora, más profunda será la certeza de que así son las cosas. Tan sólo estamos viendo las cosas como son. Sólo tenemos que observar durante un espacio de tiempo todos los pensamientos y las emociones que se mueven dentro de nosotros. Cuando lo hacemos podemos verificar que tanto las emociones como los pensamientos surgen y se mantienen o desaparecen de forma independiente de nuestra intención. Lo mejor que podemos hacer es no tratar de cambiarlos. Suceda lo que suceda nos irá bien.

Aceptamos la realidad incondicionalmente. Y sabemos que cuando estamos en contacto con nuestro ser, cuando podemos sentir nuestros deseos auténticos, éstos no se hallan tan lejos de la Voluntad, pues estamos conectados con el Ser, somos Ser y su Voluntad se manifiesta a través de nosotros. Parece que cuando nuestro deseo se armoniza con la Voluntad, todo sucede fácilmente, en contraposición al enorme esfuerzo que supone querer lograr a toda costa nuestra voluntad.

“La verdadera libertad y la voluntad real”

La verdadera libertad es la de aceptar totalmente cualquier cosa que el universo manifieste a través de nosotros. La libertad es una entrega completa a lo que la vida nos traiga.

El movimiento del ego es un intento sin fin de seguir su propio camino, de cambiar lo que hay, de imponer su voluntad y no aceptar los límites. Pero no podemos hacerlo, y esa actividad sólo nos aporta sufrimiento y hace que nos sintamos atrapados y llenos de frustración, porque deseamos algo y no lo conseguimos e intentamos inútilmente imponer nuestra voluntad sobre la realidad. Y cuando lo conseguimos, a menudo seguimos sintiéndonos insatisfechos.

La verdadera entrega no es resignación, sino dejar de separar nuestra voluntad de la Voluntad del universo. La voluntad real significa seguir la corriente del propio ser, que conlleva una tenacidad sin esfuerzo, fruto de la confianza y el apoyo interior. Si todo es perfecto, podemos confiar en ello, en su funcionamiento y en sus cambios, puesto que sabemos que todo está bien en la realidad última. Podemos entregarnos a la realidad y dejarnos en paz.

Nuestros actos y nuestro funcionamiento nos parecen independientes del resto del universo. En el momento en que dejamos de experimentarnos como un sí mismo separado, con voluntad propia, nos damos cuenta de que durante todo este tiempo “creíamos que hacíamos”, mientras que, en realidad, la Voluntad hacía a través de nosotros,

Estar en total armonía y completamente fundidos con el todo es algo liberador. Cuando reconocemos que nuestra voluntad forma parte de la Voluntad del todo, somos libres. No hay oposición a lo que sucede. No hay culpa ni orgullo. Lo que vemos es la unicidad de toda la existencia. La unicidad implica que nada puede cambiar en forma individual, que todo el universo está continuamente transformándose desde una condición total y unificada a otra condición total y unificada.

“La noción de muerte”

Comprender que la totalidad del Universo del que formamos parte está constantemente cambiando transforma nuestra noción de muerte. Almaas plantea que la muerte personal es simplemente el Ser, manifestándose en un instante mediante esta persona concreta que somos y, al momento siguiente, sin esta concreción

En nuestra opinión, si entendemos que, a nivel esencial, no estamos separados, que somos uno con el Ser, aunque sumanifestación en nosotros adquiera una forma individualizada y autoconsciente, entenderemos que, al morir, sólo perdemos estaforma y esta autoconciencia, pero seguimos siendo parte del Ser del que nunca estuvimos separados. Ésta es la vida eterna.

“La vida viene de lejos”

Como dice Hellinger: «la vida viene de lejos» y «fluye a través de nosotros» Los padres nos transmiten la vida, tal como ellos la recibieron, con sus límites y sus ventajas especiales. De alguna manera somos determinados por nuestros padres, pero la vida es independiente de cómo sean ellos. Hemos de acoger la vida, tal como nos la dieron, entera.

El rechazo de nuestras circunstancias, la lucha para enderezarnos, mejorarnos, para lograr ser quien nos gustaría ser y no somos, determina la búsqueda inacabable de una identidad ajena idealizada que nos separa de nuestro ser.

Tras estas citas textuales, nos detenemos en esta controversia. ”Si nos podemos dejar en paz ya, porque todo está bien tal como está, ¿para qué seguir trabajando? Si el trabajo lo hacemos con la intención de “mejorarnos”, seguimos alimentando la culpa y el orgullo, dos dragones con mil cabezas que se reproducen interminablemente y nunca se sacian”.

Y la respuesta es que “si este camino lo emprendemos por alcanzar la plenitud de la consciencia que nos corresponde como humanos, siguiendo un impulso tan natural como el que lleva a las plantas a buscar la luz, dejando de atribuirnos el mérito de hacerlo y dejando también de esperar las recompensas, lo que ocurre simplemente es que desvelamos los engaños que en algún momento de nuestra historia personal o colectiva nos ayudaron a sobrevivir”.

Finalmente: “Cuando se llega a comprender que cada uno de los nueve tipos descritos en el Eneagrama ve el mundo de una manera tan distinta y podemos escuchar y tratar de contemplar el mundo desde el punto de vista de otros tipos, desaparece gran parte del sufrimiento que experimentamos en nuestras relaciones, pues este sufrimiento es, a menudo, fruto del hecho de estar ciegos a otros puntos de vista que no sean los nuestros”.

Es una de las frases concluyentes de los autores, y que pone el final a este largo artículo en el Emotional magazine, escrito pensando que, posiblemente, las ideas recogidas pueden dar alguna pista en el camino de aliviarnos en la manera de vivirnos o de vivir el mundo. Si bien, no dejan de ser frases sacadas de contexto, lo cual, seguramente, puede dificultar la comprensión o el sentido total que tienen. Así que, aconsejamos la lectura de todo el libro, y que cada uno profundice en aquello donde se sienta plenamente identificado.

A modo de nota, añadir que, junto a la obra de Almaas, otro de los títulos destacados en la extensa bibliografía y citas que encontramos en el libro es Meditación Vipassana, de Dhiravamsa. Meditación adaptada a cada eneatipo que serviría de vía para “superar los obstáculos creados por los patrones de condicionamiento inconscientes, forjados por la educación y la cultura, para conducirnos a nuestra naturaleza verdadera”. Dejamos pendiente la lectura y la reseña de este libro como complemento a esta reseña.

@soniamarcamps

Comentarios

Carol
Respuesta

Gracias, es muy interesante me sentí aliviada.

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