‘La inutilidad del sufrimiento’, de María Jesús Álava Reyes

Por Sonia Marquès Camps

“Huyamos de los sufrimientos inútiles; busquemos la felicidad cada día, en cada acción, en cada momento, en cada persona… ¿Podemos ver la vida con más realismo, más ánimo, con el convencimiento de que podemos controlar nuestra propia vida y que merece la pena vivirla?”. Son las frases elegidas para encabezar la reseña de este libro de María Jesús Álava Reyes, enfocado en el camino hacia la ilusión y no hacía el sufrimiento.

“No podía admitir que, sencillamente, era feliz, no existía ese concepto en su mente, así que cuando se sentía maravillosamente bien no tardaba en buscar algún gesto que le indicase que esa situación pronto se iba a terminar”. Es uno de los ejemplos con los que María Jesús Álava, psicóloga con más de 30 años de experiencia, ilustra esta tendencia que tenemos hacia el sufrimiento. Y una cifra: “más del 95 por ciento de las veces lo hacemos inútilmente”.

Lo aprendimos en nuestra educación, en nuestra cultura… “Se empeñaron sin querer nuestros padres o adultos de nuestra infancia (porque ellos aprendieron lo mismo, seguramente) a ofrecernos una visión negativa de la vida; a enseñarnos a sufrir inútilmente”. Pero el sufrimiento inútil provoca un desgaste exagerado a nivel físico, una irritabilidad creciente a nivel psíquico, señala María Jesús Álava Reyes.

Aprendimos a sufrir, dice, “y es importante ser consciente de estos grandes fallos para poder superarlo y no repetirlo en las futuras generaciones”. Así, al hablar de la educación, señala errores como fijarnos en lo negativo y no en lo positivo; sancionar, en lugar de reforzar; imponer, en lugar de dialogar, o emplear el deber y el miedo, en lugar de la motivación. María Jesús Álava cuestiona una educación que fomenta el seguidismo, en lugar del razonamiento; el inmovilismo en lugar de la creatividad; la insensibilidad, en lugar de la sensibilidad; la tristeza, en lugar de la alegría o la esperanza; el egoísmo, en lugar de la generosidad. Y sugiere potenciar el equilibrio, la madurez, el autocontrol. Porque: “¿Hemos adaptado la educación actual a la vida actual?”. Una idea que queremos destacar bien de este libro.

Tampoco nos enseñaron jamás, en general, a controlar nuestros pensamientos, que son los responsables de nuestras emociones. “El pensamiento es previo a la emoción, y este pensamiento es el que hace sentirnos bien o mal”. Por eso, con un buen control de nuestros pensamientos podemos ser dueños de nuestras emociones”, afirma María Jesús Álava Reyes. Este es el trabajo en el que se centra ‘La inutilidad del sufrimiento. Claves para aprender a vivir de manera positiva’, ofreciéndonos un camino hacia la consciencia de nuestros pensamientos, con herramientas útiles para responsabilizarnos de ellos; de lo que pensamos, de lo que sentimos. Para que sean nuestros aliados no nuestros enemigos. “Poner nuestro cerebro a nuestro favor y no en contra”, tal y como lo explica la autora.

“Lo que nos repetimos de forma constante, esas frases interiores que nos formulamos, son los responsables de nuestros estados emotivos. Que nos sintamos bien o mal depende fundamentalmente de lo que internamente nos estamos diciendo, y este hecho nos lleva a un axioma fundamental: si aprendemos a controlar nuestros pensamientos controlaremos nuestra vida”. Además, tal y como se refleja en el libro, “la psicología nos demuestra que todo lo que se aprende se puede desaprender; igual que nos hemos entrenado a pasarlo mal, podemos entrenarnos en ser más realistas y enfocar la vida de forma más objetiva”. Y añade: “sólo el entrenamiento y no únicamente la voluntad permite a las personas cambiar sus hábitos”.

De esta forma, María Jesús Álava propone en el libro empezar a hacer confrontaciones de todos los pensamientos y frases que, en forma de monólogo, nos repetimos incesantemente. Por ejemplo, “¿qué evidencia hay de que no valgo nada?; ¿podemos dejar de decirnos este tipo de descalificaciones y sustituirlas por frases más racionales, objetivas y acordes con la realidad?”. Se refiere a la importancia de poner en marcha el mecanismo de la confrontación, de la comparación, y sustituir este tipo de creencias por pensamientos más racionales, e integrar, dice, estos nuevos pensamientos en nuestra vida cotidiana y automatizarlo. Cuesta mucho percatarse de la cantidad de ideas irracionales que persisten en nosotros, escribe. Y “sólo cuando hemos aprendido a dialogar con franqueza, y sentimos la suficiente seguridad en nosotros mismos como para no desequilibrarnos con la constatación de nuestros fallos o creencias erróneas, estaremos en disposición de descubrir estos pensamientos ‘foráneos’ que aún nos limitan y nos condicionan”, añade.

Cuando nos adueñamos de lo que pasa por nuestra mente, no hay realidad que no podamos mejorarla internamente, dice. Por eso es importante recuperar el control voluntario de nuestros pensamientos en los momentos negativos, “porque eso conducirá a control de nuestras conductas y, lo que es más importante, al control de nuestras emociones”. Se resume bien con estas frases la intención de todo el libro: “Poner nuestros pensamientos al servicio de nuestros objetivos. Aclaremos nuestras metas. Definamos nuestras ilusiones…”.

Se detiene en el funcionamiento del cerebro, para poder entender cómo, muchas veces, pensamos, sentimos, por reproducción. María Jesús Álava explica que, “la elección de cómo sentimos o reaccionamos muchas veces no se ha producido, sino que se ha reproducido una conducta ya vivida, que estaba unida a un hecho y a una emoción que ocurrieron en el pasado, y que quedaron registrados en nuestro cerebro”. Nuestro cerebro tiende a repetir con fuerte intensidad las últimas emociones, señala. En un momento determinado, una persona aprendió a tener miedo delante de una situación concreta, y automáticamente, se dispara la misma reacción.

Explica, además, que cuando pensamos cosas como que no tenemos solución, en realidad le estamos diciendo a nuestro cerebro que, haga lo que haga, está todo perdido. “El cerebro se lo termina creyendo y actúa de hecho como si de verdad ya no se pudiera hacer nada. Nuestra mala predisposición determina, con frecuencia, una realidad negativa”, explica.

La autora señala como una de las claves fomentar el sentido común, buscar la objetividad. “Situarnos como observadores. Coger distancia y aprender a observar”. Además, “los problemas no se solucionan únicamente pensando en ellos; se solucionan cogiendo distancia, analizándolos con objetividad”. Y añade que nada favorece tanto la objetividad como el encontrarnos bien, física y anímicamente, y, además, enfocándolos con cierto humor y una actitud positiva”. El sentido del humor, así como la práctica deportiva en momentos de estados emocionales negativos o en momentos de crisis son recursos que también destaca en el libro.

La autora propone no solo controlar los pensamientos negativos o irracionales sino poner en su lugar pensamientos más racionales y positivos. Es decir, pasar de la reacción (darnos cuenta de lo que estamos pensando e intentar controlarlo para que no nos influya negativamente) a la acción (de forma voluntaria y consciente intentamos poner nuestros pensamientos a nuestro servicio). De esta forma, explica, provocamos y producimos intencionadamente nuestros pensamientos, no nos dedicamos sólo a reaccionar ante ellos. “Dejemos de confundirnos por pensamientos poco realistas que nos cierran cualquier vía de escape”, dice, emplazándonos también a adoptar “un concepto de nosotros mismos mucho más adaptado a la realidad”.

También considera importante aceptar nuestras limitaciones con naturalidad, permitiéndonos fallar y siendo realistas, asumiendo nuestra condición humana. Porque nuestras debilidades bien entendidas nos engrandecen como personas y nos permiten aprender de ellas para conocer y desarrollar nuestras auténticas posibilidades, afirma.

“No nos enseñaron a controlar nuestros pensamientos, ¡pero ya va siendo hora de que aprendamos a hacerlo!”. El sufrimiento inútil no nos enseña nada, más bien nos debilita, afirma la autora. Y se refiere a la sensibilidad necesaria de las personas, pero sensibilidad bien entendida. Porque solo hay un sufrimiento positivo, dice: “El que te hace reaccionar pronto y facilita que sin hundirte aprendas de la situación vivida e incorpores un nuevo recurso al repertorio de tus conductas”.

Convencida de que conseguir no sufrir inútilmente es uno de los aprendizajes más importantes en la vida del ser humano; y que no conseguirlo es no saber vivir, María Jesús Álava va desglosando de esta forma a lo largo del libro toda una serie de prácticas para llevar a cabo, como esforzarnos en controlar nuestros pensamientos catastrofistas en los momentos de crisis, cortar los pensamientos que nos indiquen que no hay salida, decirnos a nosotros mismos que seremos capaces o verbalizar y mostrarnos seguros ante los demás; o premiarnos, darnos cariño, apoyo, fuerza, ánimo, confianza. “Ponernos en la línea de salida ante el largo recorrido que nuestra mente y corazón hacen cada día”. Porque, “¿cuántas veces nos sorprendemos diciéndonos internamente frases positivas a nosotros mismos?”.

Somos los que pensamos. Y una vez somos conscientes de nuestros pensamientos, que sabemos cómo se generan nuestras emociones, que sabemos que podemos controlar nuestra ansiedad, miedo… “el camino está al alcance de nuestras manos”, afirma. Y añade: “Las personas que saben controlar su experiencia interna son capaces de determinar la calidad de sus vidas”.

“No son los acontecimientos de nuestra vida los que determinan nuestro presente o nuestro futuro, son nuestros pensamientos los que provocan que, en esos momentos o al cabo de los años, aún nos sintamos mal”. “El futuro bien entendido está en el presente bien vivido. Aprendamos a vivir el presente sin los condicionantes negativos del pasado. Tener un pasado complicado no tiene por qué ser igual a tener un presente sin futuro”. Frases que también hemos querido reproducir tal cual.

Uno de los errores más característicos de nuestra sociedad es creer que nuestro bienestar depende, en gran medida, de los demás, escribe. En cambio, cogiendo el control de nuestros pensamientos (o de lo que sentimos, de nuestro estado emocional) podemos mejorar la forma de relacionarnos. Si queremos crecer de verdad, dice, “dediquemos parte de nuestros esfuerzos a los que nos rodean; “fomentemos el intercambio de opiniones, la escucha activa, el razonamiento compartido”. Son los últimos retales escogidos de este libro, con el que hemos aprendido. Agradecemos a María Jesús Álava su claridad a la hora de exponer todo este conocimiento.

@soniamarcamps

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