El miedo y cómo se elabora en el cerebro para una nueva cultura

Por Sonia Marquès Camps

Reseña al libro ¿Es posible una cultura sin miedo?, del profesor Francisco Mora Teruel, en torno a nuestra cultura  y sus miedos, en torno al miedo humano, en definitiva; con su fantástica aportación en neurociencia para el conocimiento de esta emoción y como herramienta que permita vivir con menos sufrimiento.

“Ese indefinido que es el miedo cubre todo el extenso arco de la vida del hombre y su cultura. ¿Está el miedo afuera en el mundo o está el miedo dentro de nosotros, generado en nuestro interior, en nuestro cerebro?”.

Francisco Mora Teruel, doctor en Medicina y doctor en Neurociencias, aboga por la idea de que si el miedo es algo cerebral, como lo es, es posible imaginar un futuro en el que el trabajo de la psicología y la neurociencia cognitiva, junto con la genética y el estudio de los determinantes ambientales (epigenética) logren desentrañar estos procesos creando los cimientos de un edificio nuevo de estudio y experimentación que permita eventualmente erradicar los miedos en las sociedades humanas.

El hombre tiene miedo a perderse, tiene miedo a perder… Pierde el dulce y blando almohadón de su infancia; pierde o no alcanza el ideal de su juventud; pierde los amigos más íntimos… Pierde las facultades por las que fue querido y admirado, y va así, paso a paso, hacia la muerte… Y llega a ella sin haber vivido de puro miedo. Antonio Gala, Miedo al miedo. En este libro de Francisco Mora Teruel.

“Si duda que la muerte, ese insulto máximo que no comprendemos, sigue siendo ‘la realidad’ principal, palpable, que evoca el verdadero sentimiento de miedo. Pero es precisamente por esto que todo lo puesto, la vida misma, también lo es, pues vivir es ya un proceso que por su naturaleza de riesgo es evocador de miedo, siquiera sea sutil e inconsciente. Y de esta pérdida máxima de la vida que es la muerte arrancan todos los demás miedos”, escribe el profesor Mora Teruel.

“El conocimiento de cómo funciona el cerebro nos debe proporcionar elementos suficientes para encontrar herramientas experimentales o conductuales capaces de desentrañar tantos las raíces profundas de las reacciones emocionales inconscientes de los miedos como la elaboración de los sentimientos humanos de miedo, es decir, los miedos sociales y culturales”.

En estas páginas, Mora Teruel aúna conocimiento y pasión por el ámbito de la neurociencia para ofrecernos un paseo a lo largo de ese mundo complejo de la emoción y los sentimiento y, en particular, de ese sentimiento que llamamos miedo.

“Un paseo que desde las humanidades se adentra en ese bosque todavía oscuro que son los sustratos neuronales y moleculares que codifican para ese miedo en el cerebro y espero encontrar en ellos una nueva luz que ilumine las sombras de ese azote casi constante que sufren los seres humanos”.

Reproducimos a continuación algunos fragmentos de este libro ¿Es posible una cultura sin miedo?, publicado por Alianza Editorial. Y lo hacemos textualmente, como están escritos por el propio autor en este manual de análisis científico y humano sobre este sentimiento.

La aportación de la neurociencia y la neurocultura
¿Se podrá alcanzar algún día, en un futuro no predecible, una cultura humana nueva, alejada del pensamiento mágico y de seres sobrenaturales, sin miedos, en donde el ser humano arrope al ser humano en un mundo real que vive, sufre y muere?

En todas las culturas que se han sucedido desde que somos propiamente humanos hemos vivido bajo el manto cultural del miedo.

El ser humano ha tomado conciencia de lo que el miedo representa en las interacciones sociales. Y esa conciencia ha venido a recalar en el reconocimiento de que su existencia, desde el nacimiento, si no antes, y hasta la muerte, viven bajo la carpa de una cultura del miedo.

Son nuestros cerebros los que generan y mantienen el miedo, ese maligno, ese azote del sentimiento, ese antagónico sutil y difuminado de nuestra existencia.

Posiblemente, estamos en los albores de una nueva cultura. Y en esta nueva cultura, la neurociencia, la ciencia que estudia el cerebro, desempeñará un papel central, pues en ella habrá una nueva mirada hacia todo aquello que significa pensar o sentir.

La neurociencia ha avanzado en el conocimiento de las áreas cerebrales y, dentro de ellas, en los intrincados mecanismos moleculares y neuronales que son parte del sustrato de la emoción de miedo y otras emociones y sentimientos en el cerebro. Nuestros conocimientos actuales sobre el miedo, a la luz de los avances de la neurociencia y bajo la perspectiva del proceso evolutivo, pueden cambiar para que valoremos mejor el papel de esta emoción/sentimiento en las transacciones humanas y para ayudarnos a encontrar, quizá, un mundo mejor, con menos sufrimiento.

Las emociones y sus funciones
La emoción no es solo un mecanismo que nos ancla al mundo firme en el que vivimos formando claramente parte de él, sino que también construye y crea la propia individualidad del ser vivo. La emoción es ese motor que todos llevamos dentro, una energía que nos mueve y viene codificada en circuitos neuronales estratégicos del cerebro.

Posiblemente, la emoción sea uno de los fundamentos biológicos más profundos de todo ser vivo y, desde luego, de la existencia humana. La reacción conductual que es la emoción arranca de estímulos que nos ayudan a distinguir lo placentero de lo doloroso, convirtiéndose en la salvaguardia de la supervivencia.

El miedo en el ser humano
El ser humano siempre tiene una emoción de miedo básico en su conducta, desde que se levanta hasta que se acuesta. Miedos, inconscientes o conscientes, que ahí están y que son miedos cotidianos, de casi todos los días, miedos sociales, miedos que atenazan, sujetan, roban la libertad, grande o pequeña, ante la toma personal de las mejores decisiones, sea en la familia, en el colegio, en el trabajo o en el júbilo desamparado del envejecimiento. Miedos, al final, que pueden llegar a convertirse en una verdadera enfermedad, como el miedo en el síndrome compulsivo o en el estrés postraumático, y que nacen de la evocación interna de estímulos imaginados o reales producidos por una situación psicológicamente traumática.

El miedo en el ser humano es un sentimiento que aun siendo único, personal y diferente para cada individuo (nadie experimenta nadie repite los miedos de nadie) se le escapa hasta formar una compleja urdimbre de hilos invisibles que ata todo lo social, conformando finalmente esa capa enorme que llamamos cultura y que media toda transacción humana orquestada con valores y normas. Una cultura en la que todos recibimos y damos miedo como intercambio. El miedo es mediador de lo que es la esencia humana (social). Miedo que hemos convertido en la moneda que media tantas veces en los valores que respetamos.

La neurociencia ahora viene en ayuda para entender mejor y más en profundidad el miedo (en particular, la reacción emocional de miedo), disecando en el cerebro los circuitos neuronales que lo codifican y llegando a comprobar que la reacción emocional de miedo no es un proceso único, sino que existen redes neuronales diferentes que codifican para miedos diferentes. Desde los innatos a los aprendidos, todos tienen sustratos neuronales diferentes en el cerebro, lo que indica tanto orígenes evolutivos como significados emocionales y de sentimiento diferentes. Hoy comenzamos a saber la complejidad de las redes neuronales que codifican para los miedos, pues al menos parte de ellas también participan en la regulación de las respuestas fisiológicas no relacionadas propiamente con él, lo que nos lleva a ver los lazos entre el miedo y las alteraciones que ocurren en diferentes órganos y sistemas del organismo y que alteran funciones como la ingesta de alimentos, el meta

El miedo es un sentimiento único para cada ser humano, como único es el cerebro de cada individuo con su historia, sus vivencias, sus percepciones y memorias, sus pensamientos y razones. Miedo humano.

Los miedos humanos, el sentimiento de miedo, la conciencia de miedo, debió nacer en aquellos amaneceres tempranos en África, hace entre un millón y dos millones de años. Lo que justifica esa presunción no es solo el volumen cerebral de este homínido, sino la reorganización de sus áreas cerebrales. Aparecieron en este homínido cambios importantes en la morfología del cerebro. En particular, las áreas de asociación prefrontales, temporales  y parietales, áreas responsables, junto con el tálamo, de la elaboración de la conciencia y las funciones cognitivas superiores. Y con estos primeros atisbos de conciencia, la aparición de los sentimientos, y en particular, los sentimientos de miedo.

¿Qué valor de supervivencia tuvieron los sentimientos de miedo?
La conciencia adquiere y expande la protección del individuo. Aun cuando los mecanismos innatos son necesarios para iniciar el rodaje de la bola del conocimiento, los sentimientos ofrecen algo extra.

Sería pues tentador decir que fue con el Homo habilis cuando la reacción emocional del miedo se convirtió en sentimiento de miedo. Con el homo sapiens, hace alrededor de unos 80.000 ó 90.000 años, debieron ya de aflorar en plenitud los verdaderos miedos sociales con el salto hacia los infinitos culturales de la tierra.

Hoy sabemos que el más genuino de los miedos humanos, después de la muerte, es el miedo a los otros.

La supervivencia humana se ha sostenido sobre la base de un eterno peregrinar en busca de mejores alimentos y mejor cobijo, evitando los depredadores, luchando con ellos y esquivando la muerte, aprendiendo y memorizando eventos múltiples, desde nuevos estímulos sensoriales a reacciones y conductas motoras nuevas. El estado de alerta básico se acompaña de cierta ansiedad subliminal que mantiene vigilante al individuo. Y el hombre caminó así, con una emoción consciente de miedo siempre encendida y atenta. Y así sigue ocurriendo, en parte, en el hombre de hoy. Todo viajero experimenta miedo, desde que proyecta e inicia su viaje, y sin, por supuesto, la anticipación de ningún peligro explícito, hasta la culminación del mismo.

Desde nuestra más tierna infancia nos han enseñado a tener miedo. Miedos ante la vida misma, esos miedos sin definir que se transportan fácilmente al interior de uno mismo como si fueran una enfermedad y que pueden convertirse en fantasmas y terrores nocturnos o se proyectan a ese futuro de cada uno lleno de incertidumbres. Miedos a la propia libertad, miedos a la vejez y el deterioro, miedos a la pérdida de uno mismo.

Y así el miedo se instaló de modo diferente en cada ser humano, ocupando además todos los nichos culturales de la tierra.

Francisco Mora Teruel.
Francisco Mora Teruel.

Miedo en el colegio, miedo en la infancia, y una nueva cultura educativa
Nadie dudaría de que ha sufrido miedo (sutil si se quiere) en nuestros tiempos escolares. Desde el primer día, desde que nuestra madre nos dejó en la puerta del colegio, hasta que salimos de él. Y el maestro aun de modo inconsciente, e incluso tratando conscientemente de evitarlo, es un poderoso hacedor de miedos. En cualquier caso, resulta evidente que en el colegio (o, por lo menos, en la mayoría de ellos) el miedo es un elemento que está presente en toda actividad para mantener cierto control del sistema.

Con el miedo, lo aprendido tiende a olvidarse pronto. Es con la alegría y con la curiosidad como se despierta la atención hacia los conceptos, las ideas y los abstractos, mientras que con el miedo se apagan. Ni con sangre ni con miedo la letra entra, y menos, perdura. Y sería importante no olvidarlo: solo se puede aprender aquello que se ama.

Pero surgen muchos más miedos en el colegio. Hay niños que por razones y causas mil se sienten, en grados diversos, aislados, y ese aislamiento les produce miedo/ansiedad, temor. Temores que, si se quiere, son el miedo al fracaso social. De hecho, se ha descrito que ‘sentirse no querido’, ‘ser excluido’, por los compañeros es una de las emociones de miedo más frecuentes y difíciles de superar en la infancia y generadora de un fuerte rechazo y miedo al colegio. Y hay muchos niños en los que el miedo nace del temor a no alcanzar las expectativas que los padres o los maestros esperan de ellos. Y este es un proceso de retroalimentación en el sentido de que los padres preocupados del posible futuro poco favorable de sus hijos establecen una relación inconsciente de presión sobre ellos en sentido negativo, de ansiedad/miedo en vez de una relación positiva consciente de estímulo y apoyo. En estadísticas recientes se estima que el 23 por ciento de los niños en edad escolar padece algún tipo de problema que interfiere con los procesos cotidianos de la enseñanza en donde el componente emocional es sobresaliente.

Hoy ya existen colegios y maestros que son muy conscientes de todas estas realidades y hablan de la necesidad de crear una ‘distensión constante’ en el centro escolar, de potenciar la espontaneidad, y con ella, la resolución de estas patologías tempranas. Muchos pensadores de la educación defienden que es el momento de prestar atención a estos fenómenos y abogar con firmeza por una ‘pedagogía de la alegría’ frente a la pedagogía del miedo’ y sacar el máximo potencial emocional del niño, abriendo de par en par las ventanas de su autoestima.

“Miedos genéticos”
Miedos innatos, grabados en los códigos de funcionamiento de nuestros genes, y miedos aprendidos o adquiridos , que son los producidos por estímulos sensoriales que en sí mismos no originan miedo, pero que sí se asocian con estímulos que lo provocan se convierten también en estímulos directos inductores de miedos.

Los aproximadamente 30.000 genes de nuestro genoma son como pequeños cofres de ADN  que, encadenados en los cromosomas, guardan nuestra historia como seres vivos. Historia larga, de más de 3.000 millones de años, que por un lado recopila lo valioso para ese seguir vivos, la supervivencia, pero por otro, también la historia de nosotros mismos como especie y, desde luego, la historia más inmediata, aquella que nos han transmitido nuestros padres. Hoy comenzamos a ver por estudios de genética el valor evolutivo del miedo, en particular, de aquellos más primitivos, que llamamos innatos. Estudios recientes han empezado a proporcionar datos acerca de cómo algunos de estos miedos ya vienen codificados a nivel molecular en nuestro genoma, como así parece confirmarlo la actividad de algunas localizaciones en cromosomas o la expresión de determinados genes específicos. Miedos que podríamos llamar “genéticos” y que se expresan en las neuronas que conforman redes concretas en cada cerebro y que, una vez activadas, expresan la conducta de miedo. Todos esto resulta muy esperanzador. Sin duda, este es un camino valioso en la búsqueda de herramientas terapéuticas capaces de erradicar los miedos, tanto en el estrés postraumático como en otros síndromes que azotan y crean sufrimientos en tantas personas.

“El miedo cambia la intimidad molecular de lo que somos”
Aprender y memorizar a lo largo de nuestras vida es lo que cambia la intimidad molecular de nuestras neuronas y como consecuencia, el cableado de nuestro cerebro y con ello ese hacernos constantemente diferentes a nosotros mismos. Hablar de aprendizaje y memoria, en lo que refiere a sus bases moleculares y celulares, es lo mismo que hablar de plasticidad neuronal, término que se utiliza para señalar los cambios que realizan las neuronas y sus conexiones, como expresión del la interacción del individuo con su medio ambiente.

Todos estos procesos moleculares nos indican, de modo cada vez más claro y evidente, que las memorias (miedo u otras), así como los olvidos y los borrados definitivos de esas memorias, nos hacen ser un proceso molecular dinámico, siempre cambiante. Un proceso en el que los miedos alteran ‘la intimidad molecular de lo que somos’ y con ello propiamente también y sin saberlo cambian ese consciente ‘ser lo que somos’.

Todas las memorias siguen y sirven a un código de supervivencia para el individuo. Las memorias de dolor y miedo nos alejan de las fuentes de daño. También hay memorias perversas, que sin beneficio aparente para la supervivencia dañan sin mayor fundamento. Memorias de miedo obsesivo que hieren, asfixian, ahogan y paralizan. La enfermedad mental, la muerte como huida ante tanto sufrimiento, es el sentimiento más maligno y más profundo que existe del miedo.

La epigenética transgeneracional
La herencia de una experiencia emocional. Representa un giro importante en nuestros conocimientos, pues impacta de forma sobresaliente en los conceptos actuales sobre la evolución biológica en tanto que admite las ideas  que indicaban que las conductas de los individuos en su interacción con el medio ambiente pueden cambiar directamente a un organismo y que estos cambios (caracteres) podían afectar a la herencia, es decir, a la descendencia, pasar a los hijos.

A nivel humano, a nivel social, estos nuevos descubrimientos de la epigenética transgeneracional representarían un desafío a la libertad de la conducta de los padres ante la idea de procreación.

Miedo casi al final del camino y una nueva cultura de la muerte
Es tiempo, tiempo ya maduro, para que las gentes del mundo occidental comiencen a mirar la muerte como un sentimiento diferente. Y esto bien pudiera ser con una nueva educación sobre la muerte que debiera ser entronizada ya en el niño. Nueva acepción de la muerte, más cercana, con una conciencia del límite, del punto a partir del cual no vas a poder llevar nada contigo. Pienso que vale la pena enseñar esa realidad no ‘sobrenatural’ que nos muestra la ciencia a través del método científico, que es la finitud ‘real’ de la vida y asumirla. Utilizar la muerte como un instrumento mental que prepare para la vida, una vida diferente a como hasta ahora se ha vivido y la vive el ser humano. Una nueva educación una nueva filosofía que haga presente la muerte en lo cotidiano y que no solo sirva para el momento de la enfermedad grave o menos grave o frente a la inmediatez de la muerte, sino en la realidad de todos los días, en casa y en el colegio, en el trabajo, en el trato social con los demás y que esté presente no como amenaza o miedo sino como certeza que preside una cultura nueva.

La superación del miedo es el origen de la sabiduría. Bertrand Russell.

“Es posible que no seamos capaces nunca de erradicar el miedo de nuestra cultura, pero es también posible que conociendo su significado y cómo se elabora este en el cerebro podamos alcanzar una nueva actitud frente a él, escribe Mora teruel; “actitud que me recuerda aquella sentencia de Bertrand Russell cuando dijo: Siente miedo, pero hazlo de todas maneras. “Y de eso se trata -añade-, de alcanzar conocimiento científico y sabiduría humana suficiente para crear una cultura sin miedo”.

“La neurocultura nos está llevando a una reevaluación de las humanidades a través del conocimiento de cómo funciona el cerebro y con ellas de las relaciones humanas”. Y su frase para la reflexión: “¿Y si llegara el momento en el que sea el hombre quien, a través de sucesivas nuevas culturas, termine tomando las riendas de su propio proceso evolutivo…?”.

@soniamarcamps

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