La conexión con nuestros hijos

Por Julia de Miguel

“Acercándonos a otra persona con amor en el corazón, sin pedir nada, tan sólo ofreciendo ese amor, creamos relaciones milagrosas”. (Dyer Wayner).

Cada día tenemos más información acerca de cómo educar a nuestros hijos e hijas. Cursos, talleres, artículos, vídeos que nos hablan acerca de cómo aplicar disciplina, límites, cómo acompañarles en las distintas etapas de su vida, cómo estar ahí para que sus raíces sean fuertes, y a la vez, cómo darles alas para que vuelen, para que sean y vivan libres de ataduras de amor. En muchas ocasiones, es una información valiosa que nos da pautas; en otras ocasiones, nos hace despertar, seguir un camino alternativo al que llevábamos, nos hace abrir ventanas y miradas a otras formas de educar.

Yo suelo echar de menos algo que para mí es la base, sin ello nada de lo que hagamos, ninguna de las “herramientas” que utilicemos va a funcionar. Y es la conexión con nuestros hijos e hijas. Incluso iría más allá: la condición sine qua non sería conectar con nosotros mismos.

En la educación a nuestros hijos no hay manual de instrucciones, es absurdo generalizar, no funciona. No por tener edades similares los niños se van a comportar de la misma manera, porque cada niño, cada niña, es un ser único. Por eso, antes del cómo y qué hacer en cada momento hay que poder parar.

Parar para conectar con mi sentir, con lo que en ese momento me está sucediendo. Parar y conectar para que, cuando mi hijo o hija esté en medio de una rabieta, en vez de reaccionar y mi acción sea castigar, gritar… pueda respirar, bajar la intensidad de esa emoción de rabia, miedo, o la que sea… Para que pueda ser receptivo a lo que en ese momento le ocurre a mi hijo o hija, ver desde dónde voy a actuar o qué quiero conseguir con esa acción.

Y parar para que, una vez que haya surgido esa conexión conmigo mismo, poder conectar con mi hijo o hija. Conectar con su emoción, con lo que en ese momento está sintiendo, con su necesidad. Y es que a través de esa conexión surge la magia del amor incondicional, de la aceptación, de la empatía y el respeto por lo que el niño o niña está viviendo. Cuando conectamos con nuestros hijos el mensaje que les estamos enviando es: por encima de lo que hagas, me guste o no, tenga que aplicar límites, decirte no o lo que sea, por encima de todo, te amo por quien eres.

Ninguna pauta aplicada para trabajar la disciplina, la comunicación, con nuestros hijos e hijas funcionará si antes no se da esta conexión. Cuando conectamos con ellos, les estamos transmitiendo valores como el respeto, la empatía, la consciencia, el amor incondicional.

Al conectar con ellos, surge la calma tras la tormenta, y desde ahí, el cielo encapotado de nubes negras comienza a abrirse y aparecen los primeros rayos de luz. ¿Y cómo conectamos?

-          Sentándonos a su lado, mirándoles a los ojos con aceptación, al mismo nivel o incluso poniéndote por debajo del nivel de sus ojos, poniendo nuestra mano cerca de la suya (el contacto físico es uno de los mejores calmantes, siempre y cuando surja desde el respeto por el momento que tu hijo está viviendo), sonriéndole, hablándole con serenidad. Así bajaremos la intensidad del momento, podremos, incluso, conectar nuestra respiración, serenarnos.

-          Validando sus emociones. Hacer que tus hijos se sientan escuchados. Que a pesar de que no nos guste el comportamiento derivado de sus sentimientos, él o ella se sientan reconocidos y que estamos con ellos en medio de ese huracán emocional. Validar para estar “en sintonía” con nuestros hijos, para hacerles ver que queremos conectar con su punto de vista, sintonizar nuestra respuesta con lo que le sucede. Enviarles el mensaje de “Te comprendo; veo lo que estás sintiendo, tomo nota. Quizás, si yo estuviera en tu lugar, tuviese tu edad, también me sucedería lo mismo…”. Así, nuestros hijos se “sienten vistos y sentidos”, y así podemos acercarnos a ellos para después actuar. Y ese actuar tiene que ver con qué queremos enseñarle en ese momento.

-          Escuchar más y hablar menos. Escuchar realmente lo que tu hijo o hija te está diciendo. Más allá de sus palabras. Detrás de sus frases hay emociones, frustraciones, desilusiones, inquietudes, pasiones, decepciones, necesidades. Esto es escuchar. Da tiempo a tus hijos para que se expliquen, para que hablen sin interrupciones, y escucha con todo tu ser.

-          Refleja a tus hijo o hija lo que has escuchado, para que así él o ella se sienta reconocido y podáis empatizar. “He escuchado lo que me has contado. O “no me extraña que te enfadaras, a mí me hubiese pasado lo mismo”.

Conectar con tu hijo o hija no te llevará a conseguir aquello que quieres. Quizás el resultado no sea el que tú esperas, esto es importante tenerlo presente, porque si no te llevará a la frustración y el enfado. La conexión va más allá de resultados: conectamos para educar en el respeto, en la aceptación, en el amor y la empatía, en la compasión. Conectar para crear lazos de comprensión. Para sentirnos en sintonía, para reconocer el ser que es, respetarle, más allá de sus acciones.

Te animo a que lo pruebes y experimentes lo que sucede cuando conectas contigo, con tus hijos.

Y te dejo este video que emociona; es la magia de la conexión.

https://www.youtube.com/watch?v=F7BcfK7rc4A

@judimat

Dejar un comentario

nombre*

Correo electrónico* (no publicado)

sitio web