¿Qué hay del aire libre y caminar como medicina?

En época de pandemia y confinamiento, no hemos puesto en práctica las prescripciones actuales en el ámbito de la promoción de la salud y el beneficio para no enfermar del sol o el contacto con el aire libre, desperdiciando el conocimiento desde la Antigua Grecia.

Por Sonia Marquès Camps Foto: Damià Coll

En lo físico y en lo emocional, somos todos, si estamos despiertos, conocedores de nuestro cuerpo y de nuestra mente. Yo sé que el confinamiento me enferma, en todos los planos. La ausencia de aire libre y de ejercicio físico, como caminar, que en mi caso era como una medicina, no ayuda en nada en la pandemia, ni en la salud del cuerpo ni en la mental, si es que se pueden disociar.

Nos hemos cansado en estos últimos años de hablar de la importancia que tenía el aire libre, el contacto con la naturaleza y el ejercicio físico para la salud de las personas, con múltiples estudios. Y sin embargo, llega esta pandemia por el coronavirus Sarscov2 (causante de la enfermedad Covid-19) y no tenemos en cuenta ninguna de las recomendaciones actuales en este sentido.

Y peor que esto. Tampoco hemos prestado atención al legado médico del siglo pasado. Es un flaco favor al conocimiento prescindir de las recomendaciones de los médicos de la gripe de 1918. Me he permitido subrayar en tres documentos que siguen la prescripción de ratos de sol, aire libre y del ejercicio físico, que en pleno siglo 21, con tantos estudios científicos que lo avalan, no hemos tenido nada en cuenta.

Me hubiera gustado un poco de osadía en este sentido por parte del colectivo médico a la hora de reivindicar estas practicas. El confinamiento, el “quédate en casa”, tiene unas razones muy claras, y no hace falta ser muy listo para entender cómo contribuye a frenar la curva de contagio… Por eso, todos hemos obedecido, si es que teníamos otra opción, dicho sea de paso. Pero echo en falta por parte de los gestores de esta crisis algo más de ingenio para encontrar fórmulas que nos permitieran a todos, y a los niños en particular, este contacto con el aire libre, el sol (vitamina D, necesaria para la inmunología) y el movimiento, sin duda, fuente de salud, algo de lo que todos, conscientes o no, estamos ávidos tras semanas de encierro.

Porque, ¿de verdad somos capaces de parar prácticamente toda la economía de un país y no somos capaces de encontrar ninguna fórmula para este beneficio de la salud personal? No ha sido una prioridad, sencillamente, porque no se ha querido. Más cuando se puede sacar a pasear a los perros. En cambio, no está justificado decir que salimos a estirar las piernas un rato.

El modelo alemán de confinamiento, donde sí está previsto, sirve de ejemplo. Aquí, muchos justifican nuestro modelo diciendo que somos más desobedientes o más incívicos, y bla, bla, bla… Pero es que de la misma manera que se ha impuesto con medidas contundentes este confinamiento estricto, se hubieran podido establecer formas estudiadas y pautadas para que todos pudiéramos beneficiarnos de algún rato de este cuidado. Esto también hubiera sido velar por nuestra salud. Es más, creo que dado el nivel de conocimiento que tenemos ya todos a estas alturas sobre cómo se propaga el virus y la importancia de guardar las distancias interpersonales, creo que muy pocos se atreverían a practicarlo de una forma irresponsable.

No hay un fármaco que haya demostrado una eficacia total contra el virus, sin embargo, teníamos una medicina universal para paliar la propagación y mejorar las defensas del cuerpo al alcance, que hemos subestimado de una forma totalmente incomprensible desde el ámbito de la promoción de la salud, cuando parecía una faceta de la medicina en auge.

No hemos aprendido nada. Podría decir que hemos vuelto siglos atrás. Y hasta en la Antigua Grecia se pondrían las manos en la cabeza por este confinamiento que desprecia el beneficio para la salud de la luz, el aire libre y el sol.

 

 

 

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