Aire libre

Por Sonia Marquès Camps

(Artículo de opinión sobre la importancia de la naturaleza para recuperar el bienestar y de los espacios al aire libre en la infancia para los juegos y las conexiones humanas)

En el Hospital del Mar, situado en pleno paseo marítimo de Barcelona, pacientes de covid-19 ingresados durante muchos días, con resultados ya negativos de la infección, son expuestos al aire libre para que el espectáculo de las vistas les proporcione algo de vida. La imagen recuerda a las fotografías de pacientes de la gripe de 1918 colocados en sus camas en el exterior de los hospitales de campaña que hicieron historia. Va ligado a la idea del aire libre y el sol como desinfectantes naturales, prescritos en los boletines médicos de principios del siglo pasado para dispersar los virus.

El aire libre se vislumbra ahora también como solución para una vuelta a las aulas con medidas menos estrictas, más humana o acorde con la infancia, y donde se promuevan los patios como verdaderos espacios educativos. El doctor en neurociencias Francisco Mora Teruel, autor de la idea «Solo se puede enseñar a través de la alegría», lleva tiempo defendiendo el aprendizaje al aire libre y en la naturaleza, por las posibilidades que ofrece al cerebro la percepción de lo real, y donde los niños, dice, serían más felices. Lo que no se entiende, por cierto, es que fueran privados de ello, de una manera tan brutal, con menos derechos que los perros, durante el confinamiento. Save the children afirma que uno de cada cuatro niños sufre angustia y ansiedad por este encierro. La pedagoga Heike Freire, una de las voces más valientes defendiendo la necesidad de salir al exterior de los niños durante aquellos largos meses, acaba de escribir el cuento titulado Caperucita y el CovidLobo, destinado a ayudarles a gestionar el miedo y para que ningún coronavirus tenga el poder de reinar en las aulas. El lobo Covid genera angustia en los niños, condiciona su aprendizaje y les hace perder confianza y seguridad en la vida.

La psicóloga Carmen Durán, en un texto sobre el miedo en la pandemia, va más allá y apunta que los niños aprenden a alejarse de los otros, aunque se sientan sanos y no vean síntomas de enfermedad en los demás, dejando de compartir y alimentando un comportamiento egocentrista que puede llevarles a recurrir al aislamiento cada vez que surja un peligro; «cuando es la unión y la solidaridad lo que siempre ha salvado a nuestra especie».
El aire libre representa, y más de cara el verano, algo de esperanza para recuperar los juegos y las conexiones humanas. Y las salidas al mar puede que aquí también tengan este efecto sanador para todos, para quitar la angustia vital de la que venimos.

(Columna para la sección Mens sana… de Diari Menorca, publicada día 9 de junio de 2020)

 

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