La verdad de los mensajes ocultos

Por Cris Moltó

¿Cuánta verdad escondemos tras el conjunto de mensajes ocultos que intencionadamente o no hacemos llegar al otro?

¿Cuánta verdad salvaguardamos tras el conjunto de mensajes ocultos que conscientemente o no encierran nuestros miedos más recónditos y profundos?

¿Cuánta verdad velamos tras el conjunto de mensajes ocultos que premeditadamente o no protegen nuestra verdadero escenario?

¿Cuánta verdad atesoramos tras el conjunto de mensajes ocultos que voluntariamente o no acallan nuestra enigmática esencia?

¿Cuánta verdad disfrazamos tras esos mensajes ocultos que deliberadamente o no enmascaran la vida de nuestra substancial existencia?

Sea cual sea la pregunta elegida o aquella que haya conseguido conectarnos y, tal vez, identificarnos más con nuestro momento actual, estoy convencida de que precisamente por la clarividencia de ‘la verdad de, esos, nuestros mensajes ocultos’, alcanzaremos la respuesta deseada de aquello que buscamos.

Está claro que nuestro viaje de la vida en no pocas ocasiones nos hace navegar sin aparente rumbo y a la deriva pero… en otras muchas, muchísimas (la mayoría), somos nosotros quienes hacemos muy poco por aplacar las inevitables consecuencias de esto mismo. Y si no, ¿cómo es posible que seamos capaces de hacer que algo termine con un final distinto al que realmente aspiramos porque no hay manera ni forma de que (aún con esa verdad adherida a nuestra persona) seamos honestos con nosotros mismos y, por consiguiente, con el resto?

Son tantas las palabras silenciosas… las cosas que nunca llegamos a decir… tantos los silencios o reticencias y… tantas las lecturas implícitas que, por otro lado, (pre)suponemos que los demás harán o deben hacer por nosotros que se nos olvida lo más importante, echando mano de las palabras de Isabel Allende: “Ya todos estamos en edad de tirar por la borda los sentimientos que no sirven para nada y quedarnos solo con aquellos que nos ayudan a vivir”.

¿Al respecto? Solo lo inmediato e imprescindible: únicamente haciendo un buen uso de esas palabras, ciertamente, es ni una sola la que debo añadir. “La verdad de su mensaje oculto” dice tanto por sí solo que no necesita de añadidura alguna, salvo una: aplicarlo y ponerlo en práctica sin más. De un modo u otro, serán los resultados quienes se encarguen de proporcionarnos aquello que, en el fondo, todos anhelamos.

Nos iría tan bien si fuésemos totalmente francos e hiciésemos todo lo posible por transferirle al otro la verdad de nuestros auténticos mensajes. Las interpretaciones, disfraces o lugares ocultos, además de no tener cabida, no serían en ningún caso los elementos naturales y espontáneos con los que cometer una de nuestras mayores equivocaciones: dar por hecho que las personas y, en general, las cosas que nos suceden son de una manera cuando en realidad son de otra o simplemente no son. Error garrafal por nuestra parte, sin duda, porque… nadie es adivino.

¿Qué hacer? ¿Qué decir? No lo sé.

La verdad del mensaje oculto de cada uno de nosotros es única y exclusiva. De nosotros depende descubrirnos y sincerarnos con nosotros mismos, y por ende, con todos cuantos nos rodean. Recordando, eso sí que, el daño gratuito no es necesario, puesto que se trata de una cuestión a resolver atendiendo al “cómo” por encima del “qué”.

Después de ésto, ¿sabrías decirme cuál es la verdad de tu mensaje oculto?

¿Quieres compartir tu opinión conmigo? No dudes en contactar a través de www.crismolto.com, de mi dirección de correo cris@crismolto.com o de las diferentes redes sociales en las que podrás encontrarme para exponer tus sensaciones e impresiones:

www.facebook.com/crismolto.community

@crismolto

Dejar un comentario

nombre*

Correo electrónico* (no publicado)

sitio web