Joan Colell: “Krishnamurti es un amigo del ser humano”

Roberto Augusto, filósofo, entrevista a Joan Colell, presidente de la Fundación Krishnamurti Latinoamericana. Preguntas que nos permiten profundizar en la figura, persona y filosofía del pensador. Con respuestas que van a la esencia de Krishnamurti: entender que lo importante es llegar al conocimiento de uno mismo. “Y que cada uno tiene que hacer el trabajo por sí solo”.

Por Roberto Augusto

¿Cómo definiría a Jiddu Krishnamurti si es eso posible: filósofo, maestro espiritual, gurú…?
Esa es una pregunta interesante que ha surgido en muchas de las reuniones de las fundaciones, y por la presión de las editoriales.Las librerías no saben cómo catalogarlo, y el público en general. Lo que puedo aportar en este tema es una visión personal, porque lo conocí. Krishnamurti es un amigo del ser humano. Esa es la sensación que él desprendía. En las reuniones o conferencias podía parecer un gurú, un entendido en la materia. Pero nunca tuve esa impresión. No subía al pedestal de cualquier catalogación. ¿Y qué hacen dos amigos? Caminar juntos en la búsqueda de la verdad.

Joan Colell.
Joan Colell.

¿Qué es la Fundación Krishnamurti Latinoamericana, FKL,
y cuál es, brevemente, su historia?
La FKL es una de las cuatro fundaciones que Krishnamurti estableció en su testamento para lograr que hubiera una difusión de su obra en cuatro partes del mundo. Para eso creó la FKL, que abarca todos los países de habla hispana. La función de la FKL es básicamente difundir las enseñanzas de Krishnamurti.

Durante nueve años estudié Filosofía en la universidad. En todo ese tiempo nadie me habló de Krishnamurti. A pesar de tener muchos seguidores su presencia en el mundo académico es nulo, al menos en España. ¿Cómo valora esta situación?
Este es un problema no solo de España, sino a nivel mundial. Aunque no es que no haya conocimiento de Krishnamurti, ya que es bastante conocido. La dificultad es trasladar lo que uno comprende al ámbito educativo porque las estructuras establecidas son muy fuertes.Krishnamurti entra como filósofo, como una nueva filosofía. Pero él no defiende una nueva filosofía. Es un caminar, un aprender juntos para descubrir, un vivenciar. Por lo tanto, no puede ser algo establecido, fijo. Y esa es la dificultad que encontramos en el mundo educativo.

Pienso que una de las causas del escaso aprecio de la obra de Krishnamurti en el mundo académico se debe al hecho de que se le ha catalogado como un autor de autoayuda, con todo lo negativo que eso implica. ¿No cree que ese prejuicio contra la llamada “autoayuda” ha perjudicado la difusión de la obra del gran pensador indio?
Sí, por supuesto. Pero el que realmente sale perjudicado no es Krishnamurti, sino la persona que no tiene el interés de entrar en ese camino tan complejo. Cuando decimos que la filosofía es un camino la gente piensa que ese camino es externo. Sin embargo, ese camino es interno. Por lo tanto, el que pierde si no recorro ese camino soy yo, no Krishnamurti. Ese cambio de dirección es lo que necesita la educación actual. Cuando se entienda eso, entonces Krishnamurti tendrá mucho más peso en el mundo educativo.

En mi opinión, la filosofía que se estudia en España cae en el eurocentrismo, ya que solo se valoran a autores europeos ignorando las tradiciones de la China, la India y del resto del mundo. ¿No cree que si Krishnamurti fuera, por ejemplo alemán, su obra sería más apreciada?
Puede que en el mercado sí. Quizás también le habría ayudado a lograr más impacto el tener otro nombre. Pero no se trata de promocionar a Krishnamurti. Lo que él expone, en síntesis, es el conocimiento propio. Por tanto, ¿de qué me sirve que un autor sea muy popular si yo no me conozco a mí mismo?

El autor de la entrevista, el filósofo Roberto Augusto (izquierda), junto a Joan Colell, presidente de la fundación Krishnamurti Latinoamericana.
El autor de la entrevista, el filósofo Roberto Augusto (izquierda), junto a Joan Colell, presidente de la fundación Krishnamurti Latinoamericana.

Por primera vez, en 1964, tuvo la oportunidad de asistir a las charlas públicas que ofrecía Krishnamurti en Saanen, Suiza. Relátenos esa experiencia.
Fue interesante porque era muy joven en esa época. El lugar elegido, Suiza, ya evocaba limpieza, el cuidar mucho la naturaleza. Y la carpa donde él daba las conferencias estaba cerca de un río. Era agradable pasear por allí. Durante la hora y media que duraban las charlas públicas, la gente estaba en silencio. Luego, al final, siempre había dos o tres reuniones de preguntas y respuestas. Mil quinientas personas mantenían un cierto respeto, algo que no había conocido donde vivía. Me impresionó el hecho de que hablaba muy despacio. No pretendía ningún protagonismo. Tenía una sensación de espacio, gracias a las montañas y al valle, que era precioso. La gente, en ese silencio, hacía preguntas. En los diálogos de preguntas y respuestas, lo que más me sorprendió es que no había respuestas inmediatas. Krishnamurti se tomaba un tiempo y miraba a la persona antes de responder. Eso significa que no tenía respuestas prefijadas. No respondía como un autómata, sino que valoraba y sopesaba la cuestión planteada. En ocasiones, cuando le hacían una pregunta, a veces daba la impresión de que no la respondía; sin embargo, su respuesta iba más allá de la simple pregunta, exponía el trasfondo de dónde surgía la pregunta, el verdadero motivo de la pregunta. Cuando entendí eso, me di cuenta de que sus respuestas eran muy profundas.

Su primer encuentro más directo con Krishnamurti fue en 1971. ¿Cómo era el trato personal con él?
Unos años antes lo saludé después de sus conferencias. Fue a partir de 1971, gracias a mi trabajo en la fundación, cuando pude tener un contacto más directo. Esta pregunta es complicada, ya que Krishnamurti no se comportaba de una manera habitual; sus reacciones eran como las de un niño pequeño; nunca sabías cómo se comportaría ni lo que sucedería.Dejaba hablar mucho, escuchaba. En general era amable, muy observador, educado, sensible y delicado. Parecía débil físicamente, padeció varias enfermedades, y su cuerpo tenía unos cambios de energía que, para mí, eran inexplicables.

De 1977 a 1979 estuvo en Puerto Rico ayudando como síndico de la FKL, ¿cómo valoraría la presencia de Krishnamurti en América Latina?
En esa época era desconocido. En algunas charlas públicas venían personas de diferentes países de Latinoamérica, pero había pocos libros. Una de las funciones que hice fue viajar y conseguir editoriales. En 1980 ya teníamos cuatro o cinco editoriales y llegamos hasta un máximo de dieciséis. Actualmente es conocido como en cualquier otro país del mundo.

Hay, según mi parecer, un momento clave en la vida y la obra de este pensador: el abandono de la Teosofía y la disolución de la Orden de la Estrella de Oriente. ¿Al ser la verdad una tierra sin caminos cualquier organización de carácter espiritual debe, por definición, corromper la verdad?
Según Krishnamurti, sí. Cuando hablamos de un camino entendemos un camino fijo por el cual uno puede transitarlo cada día. Pero el camino de la verdad es movible, no es fijo. Por tanto, no puedo tener una regla, una norma. No puedo comer la comida que comí ayer, ya que será otra comida. Disolvió la sección de la Teosofía, que era la Orden de la Estrella de Oriente, porque se había convertido en una regla fija. Él aclaraba que una regla fija no puede llevar a una verdad en movimiento. La vida es como un río que fluye. En el momento en que le pones una presa el agua se estanca, pero al final pasará por arriba porque no se puede evitar el fluir de la vida. El condicionamiento es esa presa en la que nosotros estamos prisioneros.

Krishnamurti creía que toda la humanidad era una y que el nacionalismo era una enfermedad terrible. Por desgracia ese problema sigue tan vigente como siempre.
Hay muchas personas que creen eso mismo, debido a que son conscientes de sus consecuencias. ¿Por qué la humanidad es una? Eso es algo muy obvio. Todos tenemos el mismo cuerpo con pequeñas diferencias. Si algún día viajamos a otros planetas y nos encontramos con otros seres inteligentes, no entenderán que nos peleemos entre nosotros porque todos formamos parte del mismo planeta. El nacionalismo solo es la extensión de la división interna. Si yo mismo, en lo interno, no estuviera dividido, vería que la humanidad es una.

Diría que la obra de Krishnamurti defiende una filosofía de la unidad, una concepción holística del ser humano, frente a las ideologías de la división que enfatizan las diferencias. ¿El camino que debemos seguir es el de la unidad o el de la separación, como defienden algunos?
Imaginemos que una pierna se pelea con la otra porque se ha adelantado. O que un ojo quiere mirar a la derecha y el otro a la izquierda. Eso genera un problema enorme porque tengo una división interna. Esa división no es real, es ficticia, no existe. La división en la humanidad es una consecuencia. No obstante, la humanidad es una. A partir de ahí, cada uno, por intereses y distintas circunstancias que todos sabemos, crea una división. Es verdad que esa división existe, pero en el origen es mentira, es falsa. Por eso el nacionalismo nunca puede solucionar nada, porque su base es ficticia. Es un invento del ser humano creado por guerras, economía, religiones o por intereses previos. Por consiguiente, ese camino no conduce a ningún lugar. ¿Cuántas guerras ha provocado en el mundo? ¿A qué han conducido o a qué conducen? No han solucionado el problema base. Si no vemos que en lo interno estamos divididos, es muy difícil que veamos que la humanidad es una.

Krishnamurti no creía en un Dios personal o en la vida después de la muerte. Aunque él rechazaba este calificativo, ¿podría ser calificado de ateo?
Se podría calificar de ateo en el sentido de que no cree en un Dios fijo, que es en lo que normalmente se suele creer. Esto está ligado a su manera de entender la verdad: al no ser fija no puede estar en un lugar. El tema de si cree que hay vida más allá de la muerte es complejo. Según dice, ¿qué soy yo ahora? Básicamente soy un conglomerado de condicionamientos que llamamos el ego, o la estructura sicológica. Eso sí que no tiene continuidad porque es falso. El ego es un manojo de recuerdos, de experiencias pasadas. Esa estructura del Yo, al igual que el cuerpo, cuando muero, desaparece. Ahora bien, si hay o no vida después de la muerte, si hay diferentes intensidades o niveles de energía, Krishnamurti nunca ha querido entrar en ese tema, aunque ha dejado entrever algunas cosas.

¿A qué se refiere Krishnamurti cuando habla de la diferencia entre el observador y lo observado?
Esa es una pregunta interesantísima. Parece ser que la observación de algo transforma lo observado. Una de las bases del conocimiento propio es la observación, la atención. Cuando observo mi egoísmo, por ejemplo, ahí se produce un cambio. El problema que hay es que separamos el observador y lo observado: juzgamos, valoramos, condenamos lo observado. Creamos una imagen, un concepto, una idea. La realidad y lo que interpretamos de ella no son lo mismo: es una interpretación. Vivimos separándonos de las cosas que observamos. La base del observador y lo observado es la comunión entre dos: el que mira y lo que es mirado se unen. Así se establece una conexión unitaria.

¿Qué le parece la comparación que se ha hecho entre las figuras de Buda y de Krishnamurti? ¿No cree que el budismo ha ejercido una importante influencia en su pensamiento?
En el pensamiento de Krishnamurti no, en el nuestro sí. Respeto las creencias de todo el mundo. Sin embargo, estamos hablando de la esencia de la religión. Creo que Krishnamurti dijo una vez que si la gente hubiera entendido a Buda no existiría el budismo. Por eso él nunca quiso que hubiera una religión krishnamurtiana. No le interesaba una religión concreta, sino ir a la esencia. Hay una similitud muy grande entre lo que hizo y dijo Buda, y lo que hizo y dijo Krishnamurti. Ninguno de los dos creó una religión. Eso fue posterior, fueron las personaslas que crearon el budismo. Krishnamurti dijo que Buda fue alguien que llegó a esa verdad absoluta.

Y para finalizar: ¿qué cree que puede aportar a los que están leyendo esta entrevista el conocimiento de la obra y la vida de Jiddu Krishnamurti?
Lo primero que diría es cierto cambio de paradigma. Normalmente una persona tiene que haber sufrido una frustración profunda, un desengaño, no encontrar respuestas a preguntas fundamentales; entonces empieza a buscar, a indagar; de lo contrario, es muy difícil que lo entienda y se interese. Ahora bien, Krishnamurti no da nada, uno por sí mismo tiene que hacer el trabajo. Él tan solo es un espejo. No te ayuda, refleja lo que eres. Por eso no es una práctica, un sistema, algo intelectual, una metodología para conocerte, sino que hay que vivir la enseñanza, que es conocerse a uno mismo. Conocer la manzana no me saca el hambre, hay que comerla. Hay que entrar en la vivencia de uno mismo.

@raugusto33

Comentarios

Arturo Rodriguez Carancosa
Respuesta

Ojalá tuviera más difusión y pudiéramos contar con toda la información que se requiere

kepake
Respuesta

Es de agradecer los descubiertos del lenguaje tan directo.
La vida llamando en vivir intensamente
vida es su expresión que nace en todos,
Donde despertar
, esta a ver lo que es…
Gratitud

Responder a kepakeCancelar respuesta

nombre*

Correo electrónico* (no publicado)

sitio web