La hora mágica siempre llega

Por Cris Moltó

Dicen que las dificultades son oportunidades para hacer brotar el potencial dormido que llevamos dentro. Y lo cierto es que cuando encontramos el momento, nuestro momento, todo fluye, va rodado, y todos aquellos lugares y situaciones en los que antes nos sentíamos perdidos, de repente, desaparecen de nuestra vista, acaban, terminan y dan paso a una nueva opción.

Una nueva opción de vida en la que, además de expectantes y confiados por la curiosa necesidad de ser nuevamente sorprendidos, sin saber muy bien ni cómo ni por qué, pasamos a ser plenamente con(s)cientes de una nueva versión mejorada. Con ella, nos sentimos totalmente limpios, saneados, con fuerzas renovadas y con la necesidad de subir el volumen de ese necesario y previo silencio interno a través del que nos liberamos, reconciliamos… no solamente con el mundo sino con nosotros mismos. De este modo, damos un paso adelante para darnos permiso para el disfrute y la aceptación serena de una concienzuda metamorfosis a partir de la que todo lo demás tan solo es fruto de nuestra consecuente y honesta evolución natural.

A veces pensamos que la vida de los otros es fácil porque no la vivimos, porque no es ‘la propia’ y porque ciertamente la sentimos como ajena y lejana a cualquier cosa que tenga que ver con la nuestra en sí misma. ¿En qué momento se convierte ésto en algo diferente? En uno muy concreto: en el que nos toca a nosotros y en el que sí o sí debemos ser capaces de experimentar todo lo anterior para, posteriormente, encontrar nuestra propia hora mágica, porque… ¡la tenemos!

Hermann Hesse proclama que “Hay felicidad cuando nada exigimos del mañana y aceptamos del hoy, con gratitud, lo que nos trae. La hora mágica llega siempre”. Ante una afirmación así lo único que podemos hacer es recapacitar, ver exactamente hasta qué punto una actitud de ese calibre repercute en nosotros y nuestro entorno, e inmediatamente después encontrar la forma de incorporarla en nuestra filosofía de vida.

No hay duda, la hora mágica siempre llega y… cuando llega es como la inspiración de Picasso: ¡ha de pillarnos trabajando! Porque, afortunadamente, todo lo que hagamos repercutirá de manera positiva en nosotros y en cuanto nos rodea. Y, en ese sentido, cuando llega, viene para quedarse porque nos toca.

Son muchas las ocasiones en las que sentimos que “nuestra hora mágica” parece no llegarnos nunca, e incluso, no estar disponible, pero lo cierto es que con paciencia, perseverancia, esfuerzo, tesón, optimismo, valentía, esperanza y fe, cuando nos llega, la reconocemos de manera instintiva. El reto está en desafiarnos a nosotros mismos y descubrir cuánto y cómo de capaces somos para superarnos, resistir, darnos la oportunidad, no desperdiciar y hacer uso de nuestros mejores recursos vitales internos ante la llegada de nuestra mágica hora.

Atravesada y vencida la tempestad, además de calma, son muchos los momentos maravillosos que merece la luz de nuestra esencia y que el genuino acontecer de nuestra vida positivamente tiene listos para nosotros, porque… con toda seguridad, están ahí fuera y a la espera de que a cada uno personalmente le llegue su particular e intransferible turno de hora mágica.

¡Prepárate porque de un momento a otro, tal vez, te topes con la tuya!

¿Sabes ya lo que te gustaría encontrarte en ella? Pues, no lo dudes: ¡imagina, recréate y… quién sabe, tal vez, cuando te llegue, se parezca mucho a todo lo que ya has concebido previamente!

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