Comunicación No Violenta

Por Javier Salvat

Ha muerto Marshall B. Rosenberg, el gran impulsor de la Comunicación No Violenta. Mediador, educador y terapeuta, la tarea de Rosenberg ha sido fundamental para analizar y desentrañar conflictos personales y colectivos.

Mi primer contacto con el movimiento de Comunicación No Violenta -en adelante CNV- se produjo hace unos seis o siete años. En el transcurso de una cena en casa de unos amigos, la anfitriona me habló del tema. Sonaba bien. Apasionado como soy de la comunicación y considerando la violencia como el último recurso del que carece de argumentos, me mostré interesado. Dicho y hecho. El sábado siguiente nos encontrábamos ocho amigos de nuevo en su casa.

Algunos con entusiasmo contenido, otros con algunas muestras de escepticismo, los ocho empezamos a dar nuestros primeros pasos en el camino hacia la CNV. Debo confesar que al principio me sonó todo a conceptos muy teóricos y no veía la posibilidad de llevarlos a la práctica diaria. Pero a medida que avanzaba la sesión, y a lo largo de sesiones posteriores (fueron unas cuantas), fui tomando consciencia de la descomunal fuerza de este enfoque.

La CNV gira alrededor de un eje central: la necesidad de expresar las propias necesidades y de escuchar las del otro. A partir de ahí hay una serie de conceptos que deben ser comprendidos y asimilados en la práctica. Uno de ellos es que la violencia no es más que la expresión trágica de una necesidad insatisfecha. Ello tiene una serie de consecuencias en forma de principios básicos:

- No juzgar, criticar o sentenciar, lo que implica evitar generalizaciones.

- No despreciar, ni con un lenguaje explícito ni con ironías, sarcasmos o gestos.

- No contraatacar ni huir de manera brusca.

- Pedir y no exigir, evitando dar “lecciones” sobre lo que el otro debería hacer.

- Preguntar y no acusar.

- Centrarse en el problema y no en la persona. Es la situación, no la persona, lo que necesita arreglo.

- Hablar desde la primera persona, lo que ayuda a centrar el tema en las necesidades.

Una de los componentes clave de la CNV es que otorga una importancia capital a la responsabilidad personal, y permite ver con claridad que lo que hacen los otros puede ser el estímulo de nuestros sentimientos, pero no la causa. Por ello, y pese a que al principio uno puede sentirse incómodo, es importante vencer el miedo a mostrarse vulnerable. La vulnerabilidad, en lugar de ser una muestra de debilidad, nos otorga la fuerza necesaria para hacer valer nuestros argumentos.

El proceso de aplicación práctica de la CNV tiene cuatro pasos:

- La observación. ¿Qué está ocurriendo ahora?

- Las emociones. ¿Cómo me está haciendo sentir esta situación?

- Las necesidades. ¿Qué necesito como consecuencia de lo que está ocurriendo y lo que siento?

- Petición. ¿Qué acciones concretas pido?

Este proceso no es más que un ejercicio de autoempatía para poder ofrecer empatía a la otra parte.

Como ocurre con cualquier otra cosa, para llegar a practicar la CNV de una manera eficaz uno debe practicarla de manera constante y sostenida, siendo muy consciente, en cualquier momento de nuestra vida, sobre todo al interactuar, de cuáles son las verdaderas necesidades que generan nuestras emociones.

Con la práctica uno va perdiendo el miedo a desnudarse emocionalmente, entre otras cosas porque la eficacia de la CNV se va haciendo cada vez más patente. Yo la voy asimilando cada vez con mayor intensidad y me siento agradecido por ello; a mi amiga, por dármela a conocer, y a Marshall Rosenberg por su inestimable legado.

@Javier_Salvat

www.medicacionycoaching.com

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