El final del día

Por Salvador Casado

Tal vez la última hora del día tenga un cariz redentor mayor incluso que la primera que suele ser la que tiene la fama. Es al final de la jornada cuando los pájaros celebran antes de la llegada de la noche, cuando los bosques se arropan y preparan para la llegada de la luna.

Aprendemos a sentir el paso de las horas gracias a las distintas tonalidades y calidades de la luz. Con la urbanización y las modernas circunstancias hemos perdido parcialmente el arte de acariciar la luz, o más exactamente, de ser acariciados por ella. Si contemplamos cualquier ser vivo veremos con facilidad cómo se deja acariciar. Incluso las montañas inertes reaccionan abriendo y cerrando sus calcáreas vestimentas.

Antes de desaparecer esta noche en un sueño en el que dejaré de ser yo, me alegro con la algarabía que se concentra en uno de los árboles del jardín. Ellos también lo saben, hoy moriremos todos. La virtud estriba en no dotarlo de demasiado dramatismo, tan solo de presente. Ha habido muchos días, vendrán más y la magia de este ocaso surge de que nos permite hablar en la distancia; yo, desde esta hoja; tú, desde tus ojos.

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@doctorcasado

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