‘El proceso de convertirse en persona autónoma’, de Manuel Villegas

Por Sonia Marquès Camps

“El ser humano no puede evitar los conflictos propios de la existencia, pero puede asumir una actitud responsable frente a ellos”. Esa responsabilidad es fruto de la autonomía o capacidad de gestionar por sí mismo las dificultades existenciales, explica Manuel Villegas, doctor en psicología.

En El proceso de convertirse en persona autónoma se centra en el sujeto como responsable de sus acciones o conductas, y atribuye las dificultades de comportamiento a déficits evolutivos o conflictos estructurales que hay que enfrentar y resolver. El modelo que propone en este libro Manuel Villegas es buscar la estabilización del sistema a través de una integración de los diversos subsistemas de regulación moral.

La regulación moral tiene bastante que ver con este párrafo de Antonio Damasio citado en el libro: Nuestras vidas deben regularse no solo por nuestros propios deseos y sentimientos, sino también por nuestra preocupación por los deseos y sentimientos de los demás, expresados como convenciones y normas sociales de comportamiento ético.

La regulación moral, explica con detenimiento Villegas en el libro, es fruto de un proceso de desarrollo por fases, relacionados con los momentos evolutivos del niño, correspondientes a las diversas etapas del crecimiento, desde el nacimiento a la edad adulta, cada una de las cuales presenta características evolutivas propias.

 

Para explicar después que los déficits evolutivos surgen de las dificultades en la propia constitución de la fase evolutiva de referencia. Explica que el autor que la ausencia del adecuado cuidado o pérdida posterior de nutrición material y afectiva de las figuras parentales durante la fase prenómica (o a 2 años) provoca graves déficits muy difíciles de compensar, como la depresión. Mientras que el exceso de protección –añade– da lugar, con frecuencia, a un fenómeno de suplantación de las habilidades básicas del niño que, en los casos extremos, puede originar un trastorno de personalidad por dependencia.

Villegas explica que esta depresión, denominada aquí depresión originaria, se manifiesta a través de secuelas nefastas en la formación y desarrollo de la autonomía psicológica de las personas. La depresión originaria emerge de un forma casi natural, dice, como respuesta a una falta de fundamento donde asentar el propio ser. Pero la buena noticia es que la tendencia autoorganizadora de cualquier organismo busca compensar de mil maneras estos déficits para seguir adelante, o dicho en términos evolutivos, para sobrevivir.

Aunque la depresión, es decir, la sensación de impotencia, falta de sentido y de desmotivación en general, acompañada de sentimientos de tristeza y de desesperanza, puede darse de forma retroactiva ante múltiples circunstancias que nos retrotraen a la posición originaria de depresión, de ausencia de fundamento. Es decir, desde cualquier pérdida o el fracaso se puede reaccionar volviendo a la posición prenómica, donde la persona es invadida por la sensación de impotencia. El origen suele atribuirse a una pérdida producto de una derrota, un fracaso o una sustracción indebida. En la medida en que el sujeto se considere involucrado en la causa podrán aparecer también los sentimientos de culpa, apunta.

Villegas escribe: “Convendrá entender la depresión como una respuesta retroactiva a un fracaso en el proceso hacia la autonomía y una ocasión para aprender de él”. Y añade que una depresión retroactiva es un buen pretexto para hacer un proceso de terapia orientado al desarrollo de la autonomía.

Una reacción moral supondría hacerse cargo o responsabilizarse de la situación, “en lugar de posicionarse como víctima”. “Ello puede significar según los casos, que se acepta adentrarse en profundidad en el conocimiento de sí mismo; plantearse la superación del narcisismo, el hedonismo o el histrionismo; educar los impulsos; o tal vez elaborar un duelo aceptando las pérdidas; asumir las consecuencias de los actos; reconocer los errores; buscar alternativas de acción a las habituales; aceptar las culpas, pedir perdón y reparar el daño causado; aumentar la perseverancia en la consecución de objetivos, aunque haya que renunciar a los métodos seguidos hasta ahora; romper las relaciones destructivas de dependencia; admitir humildemente el fracaso; dejar de engañar y engañarse sincerándose con la verdad en la mano, o apostar por la congruencia y ser consecuente hasta el final”.

Destacamos especialmente este párrafo: “Luchar por construirse ‘un lugar en el mundo’ exige la consecución de un espacio personal donde llegar a forjarse una entidad propia. La valoración de esta entidad vendrá muchas veces supeditada a la imagen reflejada por los demás o contemplada especularmente por uno mismo. Esta entidad solo se convertirá en entidad si el sentido de sí mismo (o de la entidad) se construye desde la congruencia interna, dando lugar a la autoestima ontológica, que deriva de la autoestima originaria de la fase prenómica”.

Porque, “regularse por los demás”, señala, implicaría poner la propia valoración en otras manos, y por ende, intentar complacer, enajenándose en función de sus expectativas, o sacrificándose por ellos a fin de obtener su aprecio y correspondencia a cambio. Cuando esto no sucede, explica en el manual, suele producirse una notable decepción que puede derivar fácilmente hacia la depresión, oculta, a veces, bajo diversos síntomas de carácter psicosomático.

“Con frecuencia, es el cuerpo, si no el ánimo, o ambos a la vez, el que se rinde ante años de sacrificio sin reconocimiento, sin recompensa, sin gratificación, dando lugar a distintas formas de somatización. En lugar de hablar el sentimiento, largamente silenciado, habla el cuerpo. Las manifestaciones somáticas pueden adoptar las formas más variadas e imaginables posibles; muchos tipos de dolor, cansancio o fatiga crónica”.

El autor habla de socionomía complaciente; la complacencia como estrategia para asegurarse la aceptación de los demás se manifiesta de múltiples maneras ya desde la adolescencia, explica. Y añade: “Puede considerarse prototípico de muchas personas, sobre todo mujeres, que subordinan su existencia al vínculo relacional (pareja, hijos, familia) en detrimento de su propia autonomía. Aquí, la depresión retroactiva aparece como una reacción a una frustración en las expectativas de reconocimiento que la persona ha depositado en las relaciones. El estado emocional no ha cursado hacia la tristeza, si acaso se ha estancado en la decepción, por lo que se mantiene en la rabia o el resentimiento, como testimonio de un conflicto irresuelto”.

Todas las adicciones pueden ser a sustancias, personas, objetos o conductas. Todas ellas se interponen en el camino hacia la autonomía y requieren un trabajo de liberación para poder desprenderse de ellas, afirma.

Manual Villegas explica que en terapia “hemos de plantearle al paciente por qué se ha permitido vivir durante tanto tiempo descentrado de sí mismo”.

LOS REQUISITOS DE LA AUTONOMÍA

Ocuparnos de nosotros es nuestro verdadero problema, el único que podemos resolver. Sartre (citado aquí por Villegas).

“Enfrentarse a las frustraciones, elaborar los duelos, renunciar a las compensaciones del pasado, aprender de los errores, esforzarse en conseguir una autodisciplina, practicar la empatía, ser consecuentes con nuestras decisiones, ejercitar el respeto profundo hacia los demás, buscar la congruencia entre sentimiento, pensamiento y acción, regular los impulsos, contener la destructividad, liberarse del juicio ajeno, asumir los riesgos de la libertad y hacerse cargo de la propia responsabilidad”.

“Dejar de pensar en los problemas psicológicos como enfermedades para pasar a entenderlos como conflictos”. Porque, como bien dice Villegas, “la equiparación de los trastornos psicológicos a las enfermedades fisiológicas tienen el doble y perverso efecto de extraerlas de su contexto evolutivo y existencial, y de situar a la persona en una posición pasiva e irresponsable frente a ellas”. Y se refiere a los pacientes que han entendido que su “enfermedad era el producto de un malestar relacional y de unas expectativas puestas en una intervención milagrosa, que nunca ha llegado”.

Y subrayamos: “Seguramente, la asunción de la propia responsabilidad es el último bastión que nos protege del cambio. Asumirla significa liberarse de expectativas mágicas, de reparaciones imposibles, de aplazamientos sine die, de excusas impresentables. Cambiar no solo da pereza, sino que con frecuencia lo vivimos como un fracaso, en lugar de celebrarlo desde la humildad”.

Las posturas narcisistas son las que nos impiden llevar a cabo las operaciones de descentramiento, tan necesarias para la vida relacional; “negarse a aceptar la responsabilidad de mi vida”.

El autor propone en este libro una terapia de interiorización de la responsabilidad sobre la propia existencia (regulación autónoma), que pasa por un proceso de resignificación de la experiencia y de recomposición de la autoestima. Escribe que nadie está obligado a hacer una terapia, sin embargo, nadie que haya alcanzado la mayoría de edad está excusado de hacerse cargo de sí mismo y de responsabilizarse de su conducta. Darse cuenta de tal responsabilidad ineludible y asumirla con humildad y sin excusas es la piedra angular del cambio, concluye.

La interiorización de la responsabilidad sobre la propia existencia (regulación autónoma), libre de expectativas mágicas, en definitiva. Dejar de ser paciente para pasar a ser agente del propio cambio. No obstante, explica que muchas personas se encallan ahí, porque todavía no han descubierto la conexión entre lo que piensan, sienten y hacen o dejan de hacer, y lo que les pasa. “La pregunta que deben contestar estos pacientes es: qué parte de lo que sucede depende de mí. Mientras pensamos que somos víctimas de lo que nos sucede, o creemos que no podemos hacer nada y delegamos la solución en otros, el azar o las pastillas, no asumimos nuestra responsabilidad. La autonomía se alcanza tomando decisiones y responsabilizándose de ellas. Ser afirmativo, firme, afirmarse a sí mismo, diferenciándose de los demás”. La finalidad de la psicoterapia es promover la autonomía, sentencia el autor.

La autonomía sería, tal y como lo describe en este manual, “el resultado del desarrollo de las funciones de autocuidado, autoestima, autorregulación y autodeterminación”. 

Autocuidado. Porque la integración no puede llevarse a cabo sin la protección de la propias necesidades y derechos y sin la asunción del cuidado de sí mismo. Hacerse cargo de sí mismo, basarse en el propio criterio sin depender del ajeno y quererse de forma no narcisista, “sino con un amor ontológico”.

Autodeterminación. “Porque la conexión interna con los auténticos deseos, sometida a disciplina  método, puede transformarse en fuente de autorrealización”.

Autorregulación.Ejercicio para conseguir un ánimo equilibrado, a base de aprender de la propia existencia, encajar las adversidades, aceptar el orden de la naturaleza, darse cuenta de los propios límites”.

Autoestima.Hacer compatible el amor o cuidado que se otorga o se espera de los demás con el propio”. El camino de la autonomía requiere la diferenciación, y para ello es imprescindible entender las relaciones interpersonales como interindividuales. No puedo reconocerme a mí mismo sin diferenciarme del otro. Pero en esta diferenciación al tiempo me constituyo a mí mismo como sujeto, lo constituyo al otro también como tal”.

La gente debería tener más fe en los extraordinarios efectos curativos del tiempo, la capacidad natural de recuperación, el ejercicio, el apoyo social y familiar y la psicoterapia, y mucho menos en el desequilibrio químico y las patillas. Allen Frances (citado aquí por Manuel Villegas).

Algunas frases del diálogo entre el psicoterapeuta y algunos de sus pacientes

- “Ha aprendido que la enfermedad era el producto de un malestar relacional y de unas expectativas puestas en una intervención milagrosa, que nunca ha llegado”.

- “Si tú estás de acuerdo con lo que haces, con lo que piensas y con lo que sientes, no hay preguntas; porque las preguntas nacen de la inquietud, de la disconformidad, del desacuerdo”.

- “Y entender que cualquier día se me irá la vida y piensas: ¡jolín!, ¿por qué no has vivido la vida…? Lo importante, lo que yo quiero, es sentirme yo, y es que desde que me siento yo, me siento bien, consigo lo que quiero…”.

- “He fracasado en las relaciones porque me he centrado excesivamente en la pureza de mis sentimientos, en lugar de los intereses o necesidades de los demás”.

- “Cuando le decía asustada que me estaba volviendo loca me tranquilizaba con su siempre firme actitud y su siempre sosegada voz contestándome que no, que lo que estaba sintiendo eran síntomas de conflictos que no había resuelto”.

- “Torpemente recogí entre las ruinas los pedazos dispersados de mí misma. Fatigada e incrédula me agarré a aquella bendita paz. Y me juré a mí misma que antes de volver a perderla prefería la muerte… Cada día me encontraba mejor y más tranquila, cada vez sonreía más, se relajaban más mis facciones y enderezaba más mi cuerpo. Cada vez iba sola a más sitios y me encantaba más mi soledad. Descubrí que vivir es a veces tan sencillo como comer cuando tienes hambre, taparte cuando tienes frío, dormir cuando tienes sueño…”.

Y acabamos con esta frase que consideramos esencial de este psicoterapeuta:

“ESCUCHAR LA VOZ DEL SUFRIMIENTO NOS HA LLEVADO A ENTENDERLO”

@soniamarcamps

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