“Un buen duelo es muy buena salud mental”

Por Sonia Marquès Camps

Anna Maria Agustí, experta en duelo, nos habla de la importancia de que profesionales como médicos o profesores, que se encuentran con estas situaciones inevitables de la vida de enfermedad o muerte, dispongan de unas buenas pautas para acompañar a las personas.

“Los niños o los jóvenes que han estado educados sin tener en cuenta la muerte, cuando les llega la pérdida de un ser querido, se encuentran como náufragos en medio del dolor y la incertidumbre”. Es un fragmento del libro El Niño ante la muerte, escrito por Anna Maria Agustí, maestra y psicopedagoga, junto a Montse Esquerda, pediatra y psicóloga; ambas, impulsoras de la asociación Grups d’Acompanyament al Dol de Lleida, que este año ha organizado su décima jornada.

El programa de este encuentro está destinado de manera especial a profesionales del ámbito sanitario, como médicos, enfermería y psicólogos, y a educadores sociales, maestros o profesores, para darles pautas de cómo acompañar durante el proceso del duelo y en la enfermedad. La jornada dedica un espacio destacado al abordaje de estos procesos en niños y jóvenes. Es un ámbito que conoce muy bien Anna Maria Agustí desde su formación y especialización. Una iniciativa necesaria “en una sociedad que vive de espaldas a la muerte, la niega y la esconde, especialmente, a los niños y adolescentes”, tal y como recogemos del libro.

¿Cómo surgió la idea de estas jornadas, hace diez años?
Surgió de unas reuniones en pequeño grupo sobre cómo abordar el dolor del otro, que es algo, que en general, no sabemos hacer.
Nos costó que la gente entendiera quiénes éramos y qué queríamos; poner la muerte en la vida. En nuestra sociedad actual hemos cambiado el tabú del sexo por el tabú de la muerte.
Son dolores que no se pueden aguantar. Mucha gente nos pide ayuda, incluso antes de que ocurra la muerte de un ser querido, sabiendo que este dolor va a ser insufrible en su vida y porque no lo quieren pasar solos. “Que me den lo que sea porque no puedo con este dolor”.

¿Y cómo es la mejor manera de afrontarlo?
Son procesos muy dolorosos. Ante una pérdida, entras en el caos, y cuesta encontrar las herramientas para tirar adelante. Pero hay que penetrar en la profundidad del dolor para salir curado. Mi compañera Montse Esquerda siempre dice desde su ámbito de la psicología que un buen duelo es muy buena salud mental.

¿Saben siempre los médicos tratar el duelo de sus pacientes?
Los médicos de cuidados paliativos están preparados para ello, pero no siempre saben cómo abordarlo los médicos de familia, por ejemplo. Si el médico atiende a un padre o a una madre a quien se le acaba de morir un hijo o una hija, el profesional se planteará lo duro que tiene que ser para ellos y posiblemente lo primero que hará es darles una pastilla. Ante el duelo, antes la pastilla que afrontar el dolor, muchas veces. Aunque todo depende del médico.

‘No es una enfermedad, es la vida’, dice una campaña contra la medicalización de los problemas vida. Pero lo cierto es que la muerte nos produce mucho dolor. Y si además se trata de la muerte de un hijo…
Montse Esquerda y yo, además del libro El niño ante la muerte, hemos escrito otro sobre la muerte de una niña de cuatro años, Carla, y el vacío que dejó en la escuela. Estuvimos todo un año junto a su madre y las madres de amigas de Carla y escribimos sobre ello. Y de ahí también salió un cuento para explicarlo a sus compañeros: La Carla és la nostra estrella (Carla es nuestra estrella).

Qué manera más profunda y bonita de abordar la pena.
Sí, porque suele ocurrir que no se habla de ello en profundidad en los centros. El otro día se murió un chico de primero de bachillerato. Era un sábado. Pregunté en su instituto qué habían hecho con sus compañeros al anunciarles la muerte, si habían abierto el instituto para acogerlos. No lo habían abierto, pero el domingo, por fin, lo hicieron.

Era necesario este punto de encuentro tras la noticia para hablar de la pérdida y del dolor, para acoger el estado de shock y todas las preguntas de estos adolescentes, ¿verdad?
Aunque muchas veces, el maestro cree que tiene que dar respuestas a todas las preguntas, y a lo mejor lo único que tiene que hacer es hacer las preguntas para que cada cual se las responda.

En la escuela debe ser muy necesario que los profesores estén preparados para abordar estos temas.
Al menos, los centros deberían disponer de unas buenas pautas para gestionar estas situaciones que inevitablemente pueden acabar encontrándose; la muerte de un alumno, la muerte de los padres de un alumno…
El maestro tiene que estar preparado para estar al lado de las personas de su comunidad. O de un niño cuando se le muere el padre o la madre o un familiar. Es una persona muy cercana que ante una mala noticia tiene que acompañar de una manera adecuada.
Y podría aprovechar muchas ocasiones para hablar a sus alumnos de forma natural de la muerte, cuando en otoño trabajan las hojas caídas, cuando a un niño se le muere una mascota, cuando pierde a un ser querido…

¿De dónde sale esta vocación suya por este trabajo de acompañamiento en el duelo?
Con 37 años se murió mi marido. Tenía dos niños de edades tempranas. En el colegio todos nos conocíamos, y me llamó a casa un profesor meses después para preguntarme: “¿Qué le pasa a tu hijo?; parece que esté enfadado con todos”. Le dije: ¿No entiendes que la vida le ha quitado lo que más quería?
A partir de aquí, pensé que lo que yo tenía que hacer era trabajar para que los niños pudieran ser entendidos ante estas situaciones. Me formé en este ámbito de la psicopedagogía y cursé distintos postgrados de acompañamiento en el sufrimiento y la muerte, también en el campo espiritual.
El año pasado defendí la tesis doctoral sobre cómo afrontan el sufrimiento y la muerte en estudiantes de Medicina. Porque creo que es el gran vacío que existe en esta formación.

Los médicos trabajan a diario con ello.
Son personas que han estado técnicamente preparadas para sanar. Pero la finalidad de la medicina ha cambiado: antes era solo sanar y ahora es prevenir y acompañar en la enfermedad y la muerte.
Además, una muerte puede ser un fracaso para un médico (“no he sabido más”), y tiene que tener herramientas para gestionarlo.

¿Usted cree que una sociedad avanzada es la que entiende mejor la muerte?
Es lo que tendría que ser, porque las preguntas están en todos nosotros. Sufrimos en función de cómo vemos la muerte. Si la introducimos (y esto no significa que no tengamos miedo al sufrimiento, que no nos cueste despedir a los nuestros), si la tuviéramos más abiertamente presente, quizás, viviríamos de otra forma o diríamos más “te quiero”.

Cuanto mejor vivimos el tema de la  muerte, mejor vivimos, en cierta forma.
¿Pero qué herramientas tenemos para afrontar el dolor?
El contacto con la naturaleza, la gente que está a nuestro lado, la creatividad, la espiritualidad, el culto a veces… Y buscar el silencio, saber parar, saber que tenemos todo el derecho de darnos tiempo. Tenemos que recuperar todo esto.

¿Cómo se cura usted del dolor cerca de los demás, de su trabajo acompañando?
Buscando mis ratos para mí. Y reconforta estar con mis nietos. Este fin de semana he estado con el más pequeño de ellos y ha sido una cura. [Sonríe]

Gracias, Anna Maria, y una buena jornada.

La Jornada d’Acompanyament al Dol i la Malaltia de Lleida se celebrará el próximo día 17 de marzo
www.dol-lleida.org

Agradecimiento a Associació Lligams de Menorca, de acompañamiento al duelo.

@soniamarcamps

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