Algunos de los mejores momentos de la vida son errores

Por Cris Moltó

Somos la suma de nuestras experiencias, y tal como señala Jorge Bucay: “Nadie puede saber por ti; nadie puede crecer por ti; nadie puede buscar por ti; nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer. La existencia no admite representantes”.

Probablemente, esto sea lo que hace que algunos de los mejores momentos vengan por sí solos, y tan solo debamos (pre)ocuparnos de saborearlos y disfrutarlos al máximo. Y del mismo modo, algunos de los mejores momentos de la vida son errores y, lejos de maldecirlos, quejarnos o renegar de ellos (aunque muchos lo merezcan), lo cierto es que más nos valdría hacer uso de las sensatas palabras de Ignacio Novo cuando afirma: “Somos una mezcla de todo lo vivido. Todo lo que hemos visto, oído y sentido, nos ha dado esta forma. No te arrepientas de nada. Quiérete”.

‘Lo bueno y lo malo’, ‘lo blanco y lo negro’, ‘lo mejor y lo peor’ de todo cuanto vivimos, a estas alturas, solo admite la exactitud de una certeza: “una multicolor escalera intermedia de grises e intermedios sin extremos”. Y desde aquí, reconocer y calibrar realmente la adquisición de todo cuanto nos sucede a través de la experiencia vital, mediante la cual establecemos unas bases de enseñanzas despiertas y conscientes con las que nos sentimos acompañados en el asombroso e insólito viaje de la vida que vivimos y nos queda por vivir.

¿Cuál es el coste? No lo sé. Puedo responder por el mío, pero no por el de nadie más. Cada uno sabe cuál es (o cuál ha sido) el suyo propio, y eso ya es sabiduría más que suficiente como para entender que, efectivamente, algunos de los mejores momentos de la vida son errores, incluso, por muy alto que haya sido el coste previo. Solo la aceptación, comprensión y, especialmente, conclusiones personales extraídas y alcanzadas tras el intenso intervalo vivido tienen la respuesta, o suponen el rastro de huellas con el que seguir avanzando por el imprevisible sendero de nuestro ciclo vital.

Elegir los momentos de nuestra vida tal vez no sea posible. Sin embargo, elegir cómo quererlos vivir sí es algo que nos corresponda. Y cada vez más deberíamos tomar con(s)ciencia real del impacto que denota en nuestra vida.

Por ello, hazme un favor, hazte un favor: ¡Vive!; con todo lo que ello comporta. No limites tu existencia a una inútil y malograda permanencia de lo que se presume como cualquier cosa menos la honra de tu esencia y, más aún, de quién eres. ¿Te atreves?

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