‘Las ventajas de ser un marginado’: viaje melancólico de vuelta a la adolescencia

Por los35milímetros (María Villamarín)

Las ventajas de ser un marginado, sorprende por ser mucho más intimista, psicológica y esencialmente emocional de lo que se espera. Sin duda, una buena forma de hacer un viaje melancólico de vuelta a la adolescencia.

Las taquillas, el coche, las cartas de admisión de la universidad, que alguien te invite al baile de fin de curso, la graduación y asistir a los partidos de béisbol están entre las cosas que pasan de verdad en los institutos americanos y que nunca te pasarán a ti. Como no podía ser de otra manera están también presentes en Las ventajas de ser un marginado (2012) dirigida por Stephen Chbosky, escritor de la novela homónima y epistolar en la que está basada la cinta. Aquí lo hacen de forma especial ya que su presencia no está ahí como un simple elemento de ambientación. Cada uno de los clichés se funde en la historia, aporta algo más a cada personaje y toma la posición de realizar un apunte empático con el espectador. Si el espectador es joven, no le quedará otro remedio que meterse en la historia de cabeza. Si el receptor ya tiene sus años, las reacciones pueden ser tres: la película reafirmará sus ganas de vivir, le provocará tristeza al recordar años felices o se sentirá totalmente desubicado.

Las ventajas de ser un marginado es lo más parecido a una película generacional. A medida que avanza la narración vienen y se van temas como Come On Eileen de los Dexys Midnight Runners acompañado de una alocada coreografía, Asleep de The Smiths o Could It Be Another Change de The Samples. La historia no sería la misma si faltara la música, las referencias a los fanzines, ni tampoco el homenaje a la película The Rocky Horror Picture Show (Jim Sharman, 1975). El control artísitico que generan estos complementos se queda fuera cuando se descubre que la película va más allá. Los personajes no son para nada individuos planos, ni inadaptados ni siquiera freaks. Son adolescentes, unos seres humanos que a pesar de su corta edad ya tienen que afrontar profundos dramas internos y problemas familiares a los que hacer frente.

Charlie (Logan Lerman) es el núcleo central. Él es un chico tímido que tiene que empezar de nuevo después de pasar por una mala racha, la muerte de su mejor amigo. Se refugia en la lectura y la relación con su profesor de literatura, el señor Anderson, que no deja de asombrarse ante su capacidad intelectual. Una vida solitaria que trata de esconder a sus padres hasta que conoce Patrick (Ezra Miller) y su hermanastra Sam (Emma Watson). Con ellos empieza a vivir y a sentir lo que es tener quince años. A Charlie le cuesta expresar sus sentimientos pero todo es más fácil si lo hace a través de la música, conoce también a su primer amor, da su primer beso, coquetea con las drogas y se divierte haciéndose invisible. Se inicia el camino hacia la madurez, que en su caso, va a ser un camino lleno de baches.

Porque si, todos juntos forman una pandilla de ‘alternativos’ pero su carácter está matizado, es denso y tienen motivaciones para actuar como lo hacen. Todo esto confluye en lo que podemos sentir en la escena del túnel con la banda sonora a cargo de Heroes, de David Bowie. Una canción con la que los tres personajes principales se ven identificados (ellos son también un poco héroes) y que simboliza el nacimiento una amistad inquebrantable. Esta adaptación de Stephen Chbosky demuestra guiarse más por la pasión que por la técnica, en la que solo destaca una fotografía impecable y el gusto por los primeros plano. Y en su lucha por no caer en el tópico, Las ventajas de ser un marginado, sorprende por ser mucho más intimista, psicológica y esencialmente emocional de lo que se espera. Sin duda, como decíamos al principio, una buena forma de hacer un viaje melancólico de vuelta a la adolescencia.

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