‘Nana’, descubrir el mundo

Por los 35 milímetros (Cristóbal Soage)

Nana es una película que nos habla de la soledad y la supervivencia; de la naturaleza humana y su relación con el entorno.

A veces el cine se dedica simplemente a contemplar, a mostrar imágenes que sin un discurso aparente intentan hacer que sea el espectador el que construya la trama. En Nana el centro de nuestras miradas está en la pequeña niña que da título a la película. La cinta arranca con una secuencia dura en la que tres niños presencian como dos adultos sacrifican a un cerdo. La inocencia y la vitalidad de los pequeños contrasta con la crueldad del acto del que son testigos. Una escena simple, sin florituras, que sugiere infinidad de ideas y sensaciones.

Ésta es la dinámica de Nana, la ópera prima de la asistente de fotografía francesa Valérie Massadian, colaboradora incluso de Nan Goldin: mostrar escenas sencillas que giran alrededor de la pequeña para llevar nuestra mente hacia lugares recónditos en los que caben todo tipo de conceptos existenciales.

Nana (la adorable niña Kelyna Lecomte) vive con su madre (Marie Delmas) en una pequeña casa en mitad del bosque, desde el principio intuimos que la relación entre las dos es un tanto convulsa. Los gestos, los movimientos y las actitudes de la madre nos pueden hacer pensar que hay algo en ella que no funciona del todo bien. A pesar de todo, las dos viven momentos de gran complicidad en los que el amor se palpa.

Un día, la pequeña vuelve de la escuela y todo lo que encuentra es vacío y silencio, en la casa no hay nadie. A partir de ahí la niña se las arregla sola, repite los rituales aprendidos de la madre y se entretiene en su propio mundo. La naturalidad de lo que vemos, el sosiego de Nana y la seguridad con la que se desenvuelve sin ayuda de nadie contrasta con la desazón que provoca en nosotros ver a una niña sola y desvalida perdida en mitad del bosque. La película nos habla de la soledad y la supervivencia, pero también de la naturaleza humana y su relación con el entorno.

Viajamos a través de los ojos de Nana a un mundo que nos resulta extraño y exuberante, que pone a prueba nuestros temores y que nos hace replantearnos el modo en el que nuestra sociedad ha decidido relacionarse con la naturaleza. Tan importante como lo que vemos es lo que se nos invita a ver, lo que aparece de forma velada en cada una de las largas secuencias en las que Nana se dedica a sobrevivir en soledad. Estamos ante un cuento hiperrealista en el que no faltan las turbulencias y los rincones oscuros. Estos resultan ajenos a la pequeña, pero están presentes constantemente. A través de elipsis y giros dramáticos desconcertantes la historia nos muestra su reverso más perturbador.

Es curioso cómo un trabajo completamente centrado en una actriz de apenas cuatro años rebosante de vitalidad consigue reflexionar sobre la muerte de forma tan certera y desconcertante. En poco más de una hora de metraje asistimos a una exploración vital que nos hipnotiza, el periplo de Nana a través de su pequeño universo descubriendo, pensando e imaginando es toda una experiencia cinematográfica llena de recovecos que esconde mucho más de lo que a simple vista muestra.

www.lo35milimetros.com
@los35milimetros

Dejar un comentario

nombre*

Correo electrónico* (no publicado)

sitio web