Cuaderno FAROS: “¡Inteligencia emocional, cuanto antes!”

Por Sónia Marquès Camps

Nos detenemos en esta sección de Aquí y ahora en el manual ¿Cómo educar las emociones? La inteligencia emocional en la infancia y la adolescencia, Cuaderno FAROS Sant Joan de Deú, Observatorio de Salud en la Infancia y la Adolescencia, que incluye artículos de un buen número de profesionales vinculados a la inteligencia emocional y la psicología infantil. El resultado es un informe dirigido a madres y padres y educadores que compedia lo más importante en este área con el objetivo de fomentar valores y hábitos saludables en los niños. Y partiendo de la premisa de que la relación entre emoción y salud es cada vez más evidente.

Como dice Eduard Punset en el prólogo de este cuaderno, estamos descubriendo por fin la prioridad que deberíamos otorgar al aprendizaje emocional. Algo que se debe abordar, en su opinión, desde las aulas, además de desde nuestros hogares. No basta con mirarnos al ombligo, apunta Punset; “también debemos ser capaces de entender qué conmueve, perturba o alegra a quienes tenemos al lado”. “La inteligencia, sea emocional o de cualquier otro tipo, o es social o no es inteligencia”.

La inteligencia emocional, según Salovey y Mayer, y como nos recuerda en este manual Rafael Bisquerra, Catedrático de Orientación Psicopedagógica, sería la habilidad para manejar los sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y utilizar estos conocimientos para dirigir los propios pensamientos y acciones. Y conciencia emocional: conocer las propias emociones y las emociones de los demás.

Bisquerra deja claro que la inteligencia emocional debe empezar desde el nacimiento, y es importante en todas las personas, independientemente de la edad, sexo o estado de salud. Y da importancia a la inteligencia emocional especialmente en las enfermedades, situaciones que pueden hacer más difícil regular las emociones. Por eso la inteligencia emocional podría ser más importante en estos momentos, tanto por parte del enfermo como por parte de las personas que lo acompañan.

Francisco Mora Teruel, Doctor en Medicina y Neurociencia, por su parte, parte de una definición de emoción: “aquello que nos mueve y empuja a vivir, a querer estar vivos en interacción constante con el mundo y nosotros mismos”. Y habla de la curiosidad como uno de los ingredientes básicos, el mecanismo principal que enciende la emoción. De ahí la importancia que tiene en la enseñanza y el aprendizaje. “La curiosidad es el mecanismo emocional que abre las ventanas de la atención por las que entra la información capaz de producir aprendizaje, memoria y conocimiento”.

“Vivir con emociones negativas tiene elevados costes en nuestra salud y en las relaciones interpersonales”, destaca Esther García Navarro, experta en inteligencia emocional en las organizaciones; y añade la necesidad de enseñar a nuestros hijos a detectar cómo se sienten y enseñarles a conectar consigo mismos. Y a poner nombre a las emociones y ampliar el vocabulario emocional. “Todas son legítimas y por tanto es necesario aceptarlas”.

El entorno escolar es imprescindible para favorecer la educación emocional, escribe Èlia López Cassà, psicopedagoga, quien en este cuaderno se detiene en la fase de la adolescencia, que describe como un período para aprender a convertirse en adulto; no para convertirse en un adolescente con éxito, precisa.

“Los países que promueven la educación emocional podrían estar generando un efecto dominó sobre los efectos de motivación, autocontrol y bienestar de la ciudadanía”. Lo defiende Juan Carlos Pérez-González, Doctor en Educación, refiriéndose a las evidencias empíricas acerca de la eficacia y los beneficios de programas de educación emocional.

Las expertas en educación social emocional y social Linda Lantieri y Madhavi Nambiar sugieren que como adultos debemos reducir las fuentes de estrés durante la infancia, en base a que cada vez más estudios científicos sugieren que ayudar a los niños a desarrollar buenas aptitudes sociales y emocionales en una fase temprana da lugar a enormes diferencias en su salud y bienestar a largo plazo. Y apuntan que se está generando una gran demanda pública en todo el mundo para que las escuelas instauren enfoques educativos eficaces; “enfoques que no solo fomenten el éxito académico, sino que además mejoren la salud, eviten comportamientos problemáticos y preparen mejor a los jóvenes para el mundo laboral y ser mejores ciudadanos”.

Y nos gusta especialmente lo que dicen estas autoras acerca de que cuanto más experimenten el silencio y la calma los niños, más fácil les resultará alcanzar el equilibrio interior y la sensación de que su vida tiene un sentido.

Por último, destacar la aportación en este cuaderno de Octavi Planells, biólogo y experto en comunicación científica, médica y ambiental, quien define emoción como aquello que nos impele a querer estar vivos, en interacción constante con el mundo y nosotros mismos. Y recuerda, como también defiende Francisco Mora Teruel, que el mecanismo principal que enciende las emociones, que alimenta la atención y que abre las puertas al aprendizaje es la curiosidad.

La empatía, además, como apunta Planells, constituye un pilar básico para poder educar a nuestros hijos desde la comprensión. La educación emocional -apunta- pretende capacitar a las personas para adoptar una actitud positiva ante la vida, con el fin de alcanzar un mayor bienestar emocional que redunda en un mayor bienestar social. Argumentos todos ellos para una educación emocional, cuanto antes; en el hogar y en la escuela.

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