Por Sónia Marquès Camps

Por fin, primavera; para hacer una limpieza a fondo. Para dejar volar todo lo que nos ha ocurrido en el pasado y centrarse en el presente inmediato, con los brazos abiertos, como las ramas de un árbol dejándose purificar por un viento con aire limpio del norte, que deja claridad paisajística e invita a la claridad mental.

Primavera, nueva etapa, que viene con más luz. Para dejar de pensar en lo que podía haber sido y no fue. Para centrarse de verdad en uno mismo y en lo que necesitamos realmente para ser nosotros y ser con los demás. Para dejar la oscuridad y ponerle la luz y el color de la estación que nos regalan las flores y el verde que brota de sus hojas.

Nueva estación, para la que nos hemos estado preparando o porque estamos a tiempo para ello. Para coger la esencia de lo importante. Y mimarlo. Y cuidarlo. Y sanarnos de heridas y rendirse al sol y a la luz de esta primavera hermosa de ramas imponentes.

No poder dejarla escapar. Porque estamos vivos. Y no sentirla o esconderse de ella es como dejar de estarlo. Rendirse a su naturaleza. Fundirse con su belleza. Caminar en sintonía con la primavera.