Por Juan Manuel Martín Menéndez

Uno de los fenómenos más habituales hoy en día es el de la fatiga. Largas e intensas jornadas de trabajo seguidas de la necesidad de ocuparse de las responsabilidades familiares están produciendo este fenómeno que hace que muchas personas lleguen al final del día con una gran sensación de cansancio. Hay ciertas reglas que permiten una mejor gestión de nuestra energía.

La realidad es que el escenario de vida en el que nos tenemos que mover hoy en día pone sobre nosotros y nuestra energía unas altas demandas que implican una gestión de la energía que en muchos casos no se hace y que al final llevan a la fatiga con todos los efectos secundarios que ésta conlleva, desde el más inmediato de reducir nuestro disfrute de la vida, hasta todo tipo de dolencias y enfermedades producidas por nuestro bajo estado de vitalidad.

Sin embargo, esto no tiene por qué ocurrir si observamos ciertas reglas de gestión de la energía. Es curioso cómo ahora se habla mucho en los medios de comunicación de la eficiencia energética y de la necesidad de gestionar adecuadamente este recurso limitado, pero poco o nada se habla de la gestión de nuestra propia energía; quizá porque no está asociada a la economía, aunque la verdad, sí lo está y mucho ya que la fatiga tiene unos grandes costes en términos de productividad perdida y de costes sanitarios. Pero, aún más importante, tiene unos grandes costes en términos de bienestar de vida y de felicidad. ¿Y no es esto lo que todos queremos además de que económicamente nos vaya bien?

Hay unas reglas sencillas que podemos seguir y que nos ayudan a que tengamos unos altos niveles de energía y de vitalidad durante todo el día, pudiendo así realizar toda nuestra actividad, atender a todas nuestras responsabilidades, y disfrutar de todo ello. Son reglas que todos conocemos, pero que en muchos casos no seguimos.

1. La primera regla es tener el depósito siempre con combustible a lo largo del día. ¿Cuál es nuestro combustible? La glucosa, ¿cómo la obtenemos? Con la alimentación. Te en cuenta que la autonomía de nuestro depósito es más o menos de tres horas, lo que implica seguir un régimen de cinco comidas, o lo que es lo mismo, tomar algo entre las tres comidas principales (desayuno, comida y cena) para mantener el depósito lleno. Un buen desayuno es fundamental porque nos llena el depósito para la primera parte de la mañana.
2. Segunda regla: darnos el descanso que necesitamos y que son siete u ocho horas de sueño cada día y, muy importante, un pequeño descanso de diez minutos cada dos horas. Esto último es una necesidad fisiológica que responde a los ritmos ultradianos, unos biorritmos de nuestro cuerpo.
3. Tercera regla: realizar actividad física. Puede parecer que con la actividad física lo que haremos será cansarnos más, pero es al contrario, la actividad física nos llena de vitalidad ya que nuestro cuerpo está diseñado para ella. Durante el 99 por ciento de nuestra existencia como especie hemos llevado una vida físicamente activa, por lo que evolutivamente estamos programados para ello.
4. Cuarta regla: respirar con profundidad. Puede parecer de perogrullo, pero en general hemos desarrollado el hábito de respirar muy superficialmente, lo que implica que inhalamos menos oxígeno y esto nos lleva a una menor energía ya que en nosotros la energía se produce por la combustión del oxígeno con la glucosa.
5. Quinta regla: practica la relajación a diario, aunque sea cinco minutos en los que te sientas, cierras los ojos y realizas una respiración consciente. El estrés, algo que forma parte de nuestra vida moderna, consume mucha de nuestra energía porque es un estado de hiperactivación de nuestro organismo.

Con estas cinco reglas que son relativamente sencillas de seguir, te aseguras de disponer de unos altos niveles de energía para emplear en tu vida diaria y en tu disfrute de ésta.

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