“Cuidar la vida”

Un artículo de Julia de Miguel que nos habla de su experiencia con la actividad “Cuidar la vida”, en plena conexión con la naturaleza, ahí donde los niños son los maestros. Un precioso escrito sobre la vida en mayúsculas, cuando somos, cuando conseguimos que dos emociones necesarias como el amor y el miedo estén en equilibrio.

Por Julia de Miguel

Me gustaría compartir con vosotros en este espacio dedicado a la educación con emociones la experiencia que un grupo de padres, madres y educadores vivimos en Pradoluengo, un precioso pueblo de la provincia de Burgos, donde junto con nuestros hijos y de la mano de Heike Freire, psicóloga y filósofa, autora de Educar en verde, aprendimos el verdadero significado de educar para “Cuidar la vida”, el nombre que recibía la actividad. Y lo más importante, experimentamos esa conexión con la naturaleza, con la vida, a través del juego con nuestros hijos, de la vuelta a los recuerdos de nuestra infancia, del sonido de las risas que allí se escuchaban y de las emociones que juntos pudimos sentir.

Aquí he aprendido que el mensaje no vale de mucho si no va acompañado de la autenticidad del mensajero. Heike nos hablaba del respeto por los ritmos de cada uno, de los propios, de los de nuestros hijos, y de la capacidad de escucharnos y respetarnos más allá de los miedos por el qué dirán o de nuestras autoimposiciones o los “tengo que”. Ella es así, es ese mensajero que no es sólo lo que dice, sino cómo lo dice, desde dónde lo dice. Todo lo que ella cuenta es recibido con amor. Es coherencia, viene del sentir y del vivir auténtico.

Quiero compartir ahora algunas ideas fundamentales que se han quedado no solo en mi cabeza sino también en mi corazón:

- Vivimos en un mundo que ha cambiado el amor y el respeto por la vida, lo que Erich Fromm denominaba “el amor apasionado por la vida y todo lo que está vivo” y que se denomina “biofilia” (esa atracción congénita por la vida, un interés impreso en nuestras células, por la naturaleza en todas sus manifestaciones), por otra forma de entender la naturaleza, la “biofobia”. Desde aquí, entendemos la naturaleza como un objeto exclusivamente material, inerte, proveedor de recursos, y que explotar con el fin de obtener beneficio. Una especie de gran almacén y cuyo fin es únicamente dotar de riquezas materiales al hombre. Es decir, pasamos de una posición de amor y respeto por la naturaleza a una posición de poder y dominación, de control.  Y Heike nos hacía reflexionar sobre esto, equiparando esa relación con la naturaleza con el sistema educativo actual. ¿Cómo es nuestro sistema educativo? ¿Cómo ve al niño? ¿Le ve como un ser humano al cual acompañar desde el respeto por sus ritmos, por su naturaleza, como un ser íntegro, con infinitas capacidades en potencia por descubrir, cuyo fin es el encuentro con su propia grandeza, con su ser más auténtico? ¿O como una persona cuyo fin es la productividad, que cada día rinda más, produzca? Una u otra visión nos llevará a actuar de forma completamente diferente con los niños.

- Cuidar la vida supone ver a nuestros hijos de igual a igual, para mirarles a los ojos a la hora de entablar una conversación con ellos, aprender a escuchar y respetar sus necesidades (y las nuestras) y ser auténticos con ellos. Que lo que salga de nosotros, también los límites, la necesidad de verles seguros, las normas que marcamos, salgan de ese amor innato que está gravado en nuestras células. Y confiar. Porque ellos no son recipientes vacíos que llenar, ni hojas en blanco que colorear, ellos ya SON, y vienen a este mundo con enormes capacidades en potencia. Nuestra función es acompañar, guiar, desde ese amor y respeto. Lo contrario es sentirnos superiores, necesitar mandar desde el control y la superioridad; imponer.

- Hacer esto viene de una emoción que nos acompaña, que nos ha acompañado desde los orígenes de la vida, y que es el miedo. Hemos dejado de confiar en la naturaleza, en definitiva, en nosotros mismos (porque nosotros SOMOS naturaleza), porque nos hemos desconectado de esta naturaleza, y nos ha invadido el miedo. Y explicaba Heike que el amor y el miedo son dos emociones imprescindibles en nuestra vida, son, como en el funcionamiento del corazón, el diástole (amor) que nos expande, nos hace sentir plenitud; y el sístole (miedo) que nos contrae, nos pone en alerta de los peligros reales y nos lleva a la supervivencia. Y son dos movimientos, ambos, necesarios, son el ritmo que marca el baile de nuestra vida. Si conseguimos equilibrarlos, ese baile puede ser fluido, nos lleva a la confianza, a la libertad, a la sencillez. Lo maravilloso es ser consciente de que no bailamos solos, que SOMOS. Nuestro baile tiene sentido y se torna una coreografía maravillosa cuando lo bailamos con los demás seres humanos y sus ritmo, y no sólo eso, sino que la madre Tierra también nos acompaña en ese baile; también tiene su ritmo, su sístole y su diástole.

-  Heike me contaba que cuando trabaja con padres o educadores en la naturaleza ella es consciente de que no hay dos elementos, (ella como formadora y las demás personas), sino que existe otro elemento fundamental: la naturaleza. Y que la sabiduría y la magia que emerge cuando eres capaz de conectar con ella es inmensa. Yo he podido vivir esa experiencia de conexión con mis hijos, con mis amigos y todas las personas que estuvimos allí. Fue una experiencia que nos llevó a la serenidad, a estrechar vínculos auténticos entre todos, con los niños, con la naturaleza, a la consciencia de que lo más maravilloso de la vida está en la sencillez, en lo liviano, en la falta de expectativas, en vivir el momento. A sentir plenitud, presencia, y por qué no, poder. Ese poder que cada uno de nosotros tenemos, porque somos creadores. Un poder que no domina, ni explota, sino que empodera, responsabiliza, pone en acción, crea.

-  Y por último, me quedo con esta Madre Tierra como ejemplo de madre que acoge sin juzgar, con amor. Que no entiende de prejuicios, de etiquetas, de culturas. Que es abundancia, belleza, sencillez, serenidad, libertad. Que marca sus límites con determinación cuando se siente invadida. Está ahí siempre, dispuesta a acurrucarte, a amarte como eres, a respetar tu SER. No se me ocurre mejor definición de madre.

- Como reflexión personal, decir que yo he estado en contacto con la naturaleza desde que nací. He vivido en Pradoluengo, un pueblo que recibe el constante abrazo de las montañas. He ascendido a cimas maravillosas, he paseado por el monte siempre… Y ha sido ahora, con mis hijos, observándolos cuando salimos al monte, cuando realmente he sido consciente de la plenitud que uno siente cuando conecta con la naturaleza. Mis hijos y yo, y todos, somos Naturaleza. Y el vínculo que vamos creando desde ahí se fortalece con la confianza, la presencia y la belleza. Ellos son Maestros de vida para mí.

Sólo puedo cerrar este artículo con una palabra y una emoción: GRACIAS.

 

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