La galaxia de la posverdad

Reseña al libro del miembro de la RAE Darío Villanueva, Morderse la lengua; Corrección política y posverdad, sobre cómo se han instalado estos dos fenómenos en nuestra era globalizada, en la sociedad de la información (o la desinformación) y quiebra de la racionalidad, y cómo influye en ello la tergiversación del lenguaje.

Por Sonia Marqués Camps

«La posverdad y la corrección política representan síntomas de una época que deben ser estudiadas y comprendidas desde el tránsito entre los dos milenios que han dado lugar a una nueva sociedad globalizada de la información y la comunicación. Y que resulta de una profunda transformación debida sobre todo al desarrollo de la tecnología digital». Lo que Darío Villanueva, filólogo y  profesor emérito en la Universidad de Santiago de Compostela, en el libro Morderse la lengua, Corrección política y posverdad, denomina la galaxia Internet. La proliferación de guías y manuales publicados por distintos gobiernos para un empleo políticamente correcto de la lengua no sería más que otro síntoma de «la expansión del virus de la corrección política», escribe el autor en este ensayo publicado por Editorial Espasa.

«A la RAE se la acusa una y otra vez de agravar a individuos o grupos simplemente por incluir palabras consideradas ofensivas por ellos, palabras que existen en el uso del idioma o están ampliamente documentadas por escrito o a través de testimonios orales. Palabras que la Academia no se ha inventado, sino simplemente recogido de la lengua soberana, creada y utilizada por los hablantes». Para el autor, sobran muestras de cómo la corrección política produce «monstruos» verbales, semánticos, gramaticales e incluso ortográficos (el uso de los dos géneros en palabras que carecen de una marca explicita a priori para saber si son masculinas o femeninas sería un ejemplo). Cuando nos topamos con ellos no sufren nuestras sensibilidades, nuestras ideas o nuestras convicciones personales. Quien pone el grito en el cielo es nuestro sentido común lingüístico, afirma.

Portada del libro, publicado por Editorial Espasa.
Portada del libro, publicado por Editorial Espasa.

Lo vincula con nuestra entrada en un ciclo o etapa que llama «era Post», que sirve para relacionar la galaxia Gutemberg (marcada por la imprenta) con la galaxia Internet en la que estamos inmersos y que aporta el caldo de cultivo imprescindible para el florecimiento de posverdades y correcciones políticas.

El origen del neologismo posverdad, por su parte, se atribuye al autor teatral Steve Tesich, y se refiere a una situación en la que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a las creencias personales. En esta posverdad (puesto que la verdad está en crisis), la mentira forma parte de los recursos propios de la práctica política, como reflejó Maquiavelo en la obra El Príncipe, y donde deja claro también que la credulidad de los humanos es ilimitada, potenciada en una sociedad líquida o de pensamiento débil, que quién sabe si acabará imponiendo en nuestras posdemocracias la poslengua como idioma oficial, tal y como se interroga el autor.

Para descifrar el porqué de la posverdad, Darío Villanueva se refiere también a la psicología social, a que por naturaleza somos personas inclinadas o «sesgadas» hacia la verdad, con prejuicios o predisposiciones que influyen poderosamente en nosotros, «aunque la aceptación de ello nos revele que somos menos racionales de lo que pensamos o nos gustaría ser». Pulsiones que, además, pueden ser manipuladas por otros, añade.

Como no podía ser de otra manera, aparecen las sociedades distópicas de novelas como Nosotros, de Yevgueni Zamiatin; 1984, de George Orwell, y Un mundo feliz, de Aldous Huxley, que presentan (las dos primeras) una sociedad brutalmente impositiva, o bien (en Un mundo feliz) una tiranía aparentemente amable, en la que la alienación del ser humano es total pero menos cruenta gracias a la manipulación genética, tecnológica y propagandística de la ciudadanía. Títulos todos ellos marcados por un unanimismo distópico negativo, alienante y arrasador de toda individualidad. ¿La posdemocracia de hoy?, aparece en el libro.

En todo caso, de lo que no hay duda es de que «la corrección política, posverdad, neolengua y los otros aspectos de una misma tendencia contemporánea que compromete los límites entre la realidad y la ficción (y la incidencia de todo ello en la política, nuestro pensamiento, y en definitiva, nuestras vidas) generan un profundo estado de incertidumbre, de inseguridad sumamente generalizado, y en cierto modo, asumido y aceptado por todos nosotros».

Y todo el asunto de lo políticamente correcto, como el de la posverdad, tiene que ver con el lenguaje porque es a través de las lenguas que se manifiesta esta capacidad privativamente humana. La corrección política equivale a una neocensura y contamina la expresión con sus circunloquios y eufemismos. Y cuanto más se manipula el lenguaje, mayor es el deterioro de la democracia, cuya fortaleza es la transparencia, la claridad y la verdad, sentencia.

Stefan Zweig advertía ya acerca de la catástrofe de que las palabras perdieran su autenticidad. El hablar sin la exigencia de la verdad conduciría a la negatividad máxima, a la indefensión del ser humano a lo que nos aboca la deconstrucción del lenguaje. «Nuestra posmodernidad podría consagrar, si la dejamos, el triunfo del poshumanismo como obligada superación del humanocentrismo que marcó nuestra civilización a partir del Renacimiento y tuvo su fecunda continuidad en la Ilustración, cuya impronta racionalista se está poniendo también en entredicho. De consumarse este derrumbe, chapotearíamos en una modernidad líquida, nutrida por una cultura de la desafección, de la ruptura y la pérdida de toda memoria».

Para la reflexión, y por su trascendencia, esta cita recogida en el libro de Francis Fukuyama, quien matizó antes de que el siglo XX terminara que la historia del mundo, en este statu quo de democracia liberal y economía de mercado, no morirá definitivamente hasta que los avances de la biotecnología no consigan abolir a los seres humanos como tales para que comience una nueva historia posthumana.

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