‘Antes del anochecer’, romance en lo ordinario

Por Los 35 milímetros (Cibrán Tenreiro)

Richard Linklater dirige esta película con suavidad, con largas tomas de steadycam, en un precioso lugar europeo, haciendo  fluidas casi dos horas de diálogo intenso pero también cotidiano, en un ejercicio de realismo, fruto del increíble trabajo de los actores; el humor de la vida diaria, las discusiones filosóficas de sobremesa… ¿No es maravilloso encontrar el romance en lo ordinario?

Jesse y Celine, los protagonistas de la película, se conocieron en Viena en 1994. Pasaron juntos un día antes de separarse, pero prometieron encontrarse meses después a pesar de vivir separados por el Atlántico. Les había dado tiempo a enamorarse, pero pasaron nueve años antes de su reencuentro, en París en 2003. Para entonces sus vidas habían cambiado.

Él (Ethan Hawke), casado y con un hijo, empezaba a hacerse un nombre como escritor, contando en su primer libro aquel encuentro romántico. Ella (Julie Delpy) trabaja como abogada para una ONG, tiene novio y vivió en América un tiempo. La lógica indica que ese día quedará como una simple anécdota, pero la película termina con un disco de Nina Simone sonando mientras Celine avisa “baby, you’re gonna miss that plane…” y Jesse contesta: “I know”.

Pasaron otros nueve años y volvemos a saber de ellos. Para muchos, su relación es un icono del amor romántico, una muestra de un sentimiento que sobrevive a la distancia y al tiempo. Antes del anochecer, en su inmensa lucidez, es completamente consecuente con las anteriores piezas de la trilogía del director y rupturista con su tono. Todo lo que hace en estas películas tan poderosas sigue aquí.

Richard Linklater dirige con suavidad, con largas tomas de steadycam, en otro precioso lugar europeo (el Peloponeso). Consigue con ello hacer fluidas casi dos horas de diálogo intenso pero también cotidiano, en un ejercicio de realismo fruto del increíble trabajo de actores (otra vez) pero sobre todo de no omitir. Ha habido una elipsis de casi una década, pero el relato muestra todo lo que sucede. Tanto el humor de la vida diaria como las discusiones filosóficas de sobremesa o los problemas derivados de la nueva situación. No omite lo que cualquier película convencional consideraría irrelevante, innecesario y aburrido. ¿No es maravilloso encontrar el romance en lo ordinario?

Ahora la pareja vive junta en París y tiene dos gemelas rubias preciosas, pero no la custodia de Hank, el hijo del matrimonio anterior de Jesse. Es el final del verano, y Hank debe volver con su madre, pero la despedida planta la discordia. Su padre siente que se está perdiendo su vida; que deberían estar todos juntos en América. Pero acaban de hacer a Celine una oferta de trabajo muy buena. Con esto, Linklater tiene suficiente para armar la más cruda de las tres películas de la trilogía y, al mismo tiempo, la más bella.

El romanticismo tiene que lidiar aquí con la vida real. Siguieron enamorados en la distancia, ¿pueden seguir estándolo en la cercanía? Ahora se han hecho mayores (y menos atractivos, parece temer una aún radiante Celine), tienen mayores responsabilidades e incompatibilidades y han vivido juntos nueve años; tienen su desgaste.

Los personajes sienten en sí mismos la presión de que su relación sea un referente, la presión de la imagen que los lectores (y nosotros, los espectadores) nos habíamos formado de ellos. Está en juego la idea del amor eterno, de las medias naranjas, y los recursos de siempre ya no valen. Por eso Antes del anochecer es cruda, porque la vida lo es con el amor. Pero por eso mismo es valiente y honesta: haber roto con su propio mito, con la fantasía de postalilla que todos tenemos, es la única manera de ser fiel a sus principios. Por eso mismo es la más bella.

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