Raquel Lanseros: “La poesía es hija de la vida”

Por Sónia Marquès Camps

“Hace falta vivir y amar la vida y enfangarse hasta los muslos y hasta los codos en el río de la vida para poder escribir, y para poder escribir poesía en particular”, expresa con voz viva la poeta Raquel Lanseros en esta hermosa entrevista.

Raquel Lanseros es una de las voces de la nueva poesía más premiadas y que más nos fascina. A las órdenes del viento o Las pequeñas espinas son pequeñas son dos de sus últimos libros de poemas, que respiran un profundo conocimiento de la vida y del ser humano. Porque “No hay verdad más profunda que la vida” (escribe en Himno a la claridad). Es, además, colaboradora y da prestigio a el Emotional magazine con la sección La poesía es azul, cuidada selección de poemas del panorama literario en lengua castellana, lo cual es un inmenso placer para nosotros. Como leerla, poder identificarse con sus poemas, sentir a través de sus poemas.

Javier Galán.
Javier Galán.

Expresar sentimientos, recuerdos, anhelos, vivencias, pensamientos, reflexiones… Y que salga con estos versos. ¡Qué bonito debe ser escribir esto, experimentarlo, vivir la alegría de tu poesía! Que es fruto de un trabajo inmenso, seguro.
Es el quid de la cuestión: el placer que uno experimenta cuando es capaz de traducir a palabras tanto reflexiones, como ideas; sensaciones, o sentimientos, pensamientos y música… La música de la vida… Esto es indescriptible, humanamente impagable. La sensación de no de ser capaz, porque yo nunca tengo la sensación de ser capaz, sino de aproximarme de lejos a lo que yo quisiera querer hacer (es como si el verso que uno siempre tiene en la cabeza esté siempre igual de lejos, como si fuera el horizonte: vas andando, andando, pero nunca llegas al ideal); simplemente, la sensación de intentarlo, de ponerte en marcha, aunque no llegas, tener la sensación de que si pones la mano con la punta de los dedos te acercas a este ideal de comunicación con otros seres humanos; a las cosas que verdaderamente importan, que son las que no se compran ni se venden, que son las que por el hecho de nacer vamos a sentir en cualquier momento, sí, es una satisfacción enorme. No quiero ser cursi, pero a mí me da la sensación de que esto justifica una vida.

¿Cómo te hiciste poeta?
Desde niña ya tenía esta propensión, y mi madre tiene todavía guardados algunos poemas de mi infancia. Imagínate la puerilidad con la que escribía con seis o siete años poesía, poemas que ni rimaban. Escribía poemas a mis padres, a mis abuelos y a mi hermana ya desde niña. Hay uno que le escribí a mi madre por su cumpleaños que titulé: “Mamá, que vivas siempre”. Debía tener unos nueve años.
Esta tendencia, de forma innata, la tenía. Pero, luego, evidentemente hay que tener una formación y leer muchísimo. Hay quien dice que una palabra escrita debería equivaler a cien palabras leídas. Yo me iría más lejos: a casi mil. Hay que leer mucho y hay que ser muy humilde, pasarse la vida honrando las palabras, que son el instrumento de trabajo, y hay que tratarlas con mucha delicadeza y hay que tener la sensación de que siempre es la primera vez. Y además es cierto, porque la poesía no es como otras artes o disciplinas, en las que haber tenido un logro ya presupone que partes de ahí para el siguiente paso. Aquí, estás siempre abajo, y el haber tenido algún acierto pequeño en el pasado no presupone que lo vayas a tener en el futuro, porque la poesía es tremendamente caprichosa y va y viene cuando ella quiera… Hay que tener una actitud de humildad, de trabajo y de apertura mental para poder recibirla cuando le apetece venir.

¿Y hay que tener mucha escuela de la vida para ser poeta?
Desde mi punto de vista, sí. Cada uno vive lo que vive, y en eso nadie tiene ni culpa ni mérito, seguramente. Pero lo cierto es que la poesía es hija de la vida. Por mucho que yo ame el arte y la poesía en particular, la vida está por encima de cualquier cosa, en mi modesta opinión. Tengo el convencimiento (aunque puedo estar equivocada) de que primero está la vida, y después, todas las demás cosas que queremos y con la que necesitamos amueblarla. Algunos dicen que el arte está por encima de todas las cosas, pero para mí, es la vida lo que está por encima. La poesía no deja de ser una hija de la vida, y por lo tanto, como hija de la vida que es, se nutre de ella. Para ser verdadera, para no ser impostada, para ser auténtica, se nutre de experiencias vivenciadas e interiorizadas, y ya posteriormente, regurgitadas, por decirlo de alguna forma.
En la filosofía, como en la poesía, que no deja de ser su prima hermana, es difícil hablar de oídas y ser convincente. No con esto defiendo que toda la poesía sea autobiográfica, porque muchas veces la imaginación hace collage de una experiencia vivida, o contada, o imaginada… La poesía no es una imitación de la realidad, pero sí que es verdad que hace falta vivir y amar la vida y enfangarse hasta los muslos y hasta los codos en el río de la vida para poder escribir, y para poder escribir poesía en particular.

Por tus poemas transcurre el amor, la pasión, el entusiasmo. Las ganas de vivir están muy presentes. Dices: “Con una vida nunca es suficiente”.
He vivido en muchos lugares y he empezado de nuevo varias veces desde el punto de vista emocional. Muchas veces he tenido la sensación de que se puede vivir o de que me gustaría vivir varias vidas. Este anhelo un poco ambicioso que tenía Prometeo de ser Dios, de vivir muchas vidas, de verlo todo, deviene una frustración en los humanos, porque todo son encrucijadas en los seres humanos, porque todo son decisiones en los que tomas un camino y evidentemente dejas otro atrás. De ahí viene este lamento existencial de “nunca es suficiente con una vida; necesito más vidas”. Esto lo dijo Ortega en El perro mareado, que era el hombre que necesitaba más aire y nunca se cansaba. Y es la inevitable tragedia que apuntó Rubén Darío, “de la muerte que espera con sus fúnebres ramos…”. En esta tensión, en este el amor a la vida y la muerte que espera, nos debatimos, y sin ella seguramente la poesía no existiría.

Y hay también en tus poemas la sabiduría de quien entiende la vida. Y pongo algunos ejemplos:

“Sé que voy a marcharme sin bolsillos…”.

“Si pudiera algún día huir de mí,
plantaría la semilla de un álamo en mi vientre.
Mi árbol de cuerpo entero, en pie de mediodía,
avanza campo abierto por valles de combate”.

“Después de tantos nombres,
de tanta travesía hacia mi propia brújula,
podría abrazar la arena durante varios siglos.
Ver pasar el silencio y seguir abrazándola”.

“En la Tierra el misterio.
Yo he venido
a ser ola a la vez que miro el mar”.

¿A través de la poesía has aprendido a vivir, o has aprendido a entender la vida?
La poesía a mí me ha dado muchas cosas, y no sería quien soy si no hubiera sido por la poesía. Tampoco hubiera sido quien soy si no hubiera sido por el contacto con mis mayores. Creo que es importante aprender de quien está en una atalaya superior por el simple hecho del paso de los años. El paso de los años es lo que convierte a muchas personas en sabias, cuando se llega a la esencia de esta trama tan compleja que es la vida.
Pero, sin duda, la poesía, como toda la literatura, nos hace vivir todas estas vidas que no vamos a poder vivir porque el tiempo es limitado. El poder identificarnos con lo que reflexionaron, o lo que sintieron, o con lo que les pasó por el corazón y la cabeza a los grandes poetas de la historia, tiene el efecto de una gran lupa. Es un modo de multiplicar nuestra propia sabiduría vital. Y en este sentido, sí que estoy de acuerdo contigo en que la poesía es un modo de aprender mucho sobre la vida, porque tienes la suerte de libarlo directamente de otros a los que les costó mucho producirlo. La poesía es una forma simplificada, un extracto de muchas tareas de aprendizaje que pasaron. Y nos lo dan, así, sencillo, con poemas. La poesía es una gran maestra, y los grandes poetas son grandes maestros. Es una suerte abrir un libro y poder absorber toda la sabiduría, la poesía, que hay en él.

¿Y el hecho de escribirla te lleva a la claridad, a entender mejor la vida, a ir a lo esencial?
Esencial es una palabra básica en poesía, porque la poesía es síntesis; explicar con las mínimas palabras posibles las cosas más importantes y las cosas que no se pueden explicar con palabras. La poesía está muy firmemente emparentada con la filosofía; ambas son hijas del pensamiento. La poesía también es hija de la musicalidad, de la intuición, de la emoción… Pero, al mismo tiempo, es hija de la reflexión. En los grandes poemas, incluso en los más surrealistas, hay una lógica de pensamiento, que normalmente tiene que ver con la lógica vital, con la lógica de la naturaleza. Y eso hace que, efectivamente, la esencia, lo más importante que hay que aprender después de toda la hojarasca que tiene la existencia, juegue un papel fundamental. El núcleo mismo de la esencia poética.

La historia está muy presente también en tu poesía.
Cuando me dicen cuál es tu tema predominante, a mí me da la impresión de que uno de los temas que más me obsesiona, no solo como poeta (tengo mucho respeto a esta palabra; quizás debería decir escribidora de versos o aprendiz de poeta), es el paso del tiempo. Con todo lo que ello implica. La historia no deja de ser la prueba factible del paso del tiempo. Por lo tanto, la memoria es la manera que tenemos de rastrear que el paso del tiempo es un hecho. La memoria es lo que nos confiere identidad. Y la memoria es otro de los grandes temas de la poesía; la identidad, tanto personal como colectiva. La memoria es fundamental para saber quiénes somos, para saber quiénes seremos y para saber quiénes fuimos. La historia y todo lo que ha ocurrido, y el homenaje debido a nuestros antepasados, me interesa y está presente en mi poesía.
Fíjate que casi todos los autoritarismos a lo largo de la historia siempre pretender borrar la memoria. Algo debe tener de importante y de subversivo. Reivindicar la memoria es una manera de reivindicar la dignidad. Y no solo se trata de recordar lo que vivimos, sino también recordar lo que fueron y lo que vivieron aquellos que nos dejaron el testigo en la vida. Es de bien nacidos saber agradecer eternamente todo lo que vivieron, todo lo que lucharon los que vivieron antes. Y es también lo que nosotros tenemos que hacer con nuestros descendientes.

Y respiran nostalgia también algunos poemas. Has escrito:

“La alegría de volver
tiene mucho que ver con la tristeza
porque todo regreso pertenece al pasado”

La alegría de vivir no deja de ser también un festejar lo que nos queda, y esto tiene lógicamente la implicación de saber lo que ya no está. Hay una gran muerte que es la definitiva y la única, pero hay varias muertes a lo largo de la vida. Hemos enterrado por ejemplo al niño que fuimos (enterrado entre comillas, porque algo de ello pertenece a nosotros). Todas estas pequeñas muertes o pequeñas despedidas que hay dentro de la vida, la verdad es que habría que ser muy insensible para que no creasen un dolor inevitable, a veces incluso gozoso, siempre que no se convierta en patológico. Y obviamente, la nostalgia es un ingrediente decisivo en cualquier persona que es sensible o se pone a reflexionar. Y sí, cómo evitar la nostalgia…

He visto en tu poesía este ser consciente de todo lo vivido; de que el camino que tenemos tiene que ver con el pasado.
El camino es un todo. Uno se proyecta con alegría y gratitud hacia el futuro. Pero también tiene que rendir pleitesía hacia el pasado, que son las huellas que nos han traído hasta este presente. Es como si el tiempo en toda su extensión lo viese como un todo. Por lo tanto, el futuro y el pasado no se pueden entender el uno sin el otro.

Y hay canto a la libertad en tu poesía…

“Cuando falte, buscadme entre las alas
de un pájaro que escapa del invierno.
Con las manos vacías se hace mejor camino”.

Y el amor, la pasión, la forma de querer muy de mujer. La voz femenina, valiente, personal, pasional…

“Solamente si alguna vez amaste
con uñas y con dientes
sin red
sin salvavidas
aciertes a entender el vértigo insondable
que se extiende a los pies del desengaño”

Ejerzo mi propia dignidad humana independientemente del sexo, y abogo por ello. Me dan mucha rabia todos los escollos que nos encontramos en el mundo por el hecho de ser mujer. Que los hay. Y muchísimos más que los deseables.
Pero me congratulo de las diferencias esenciales que hay entre las ópticas femeninas y masculinas. Aunque hay que matizar que la óptica femenina no solo es una; ni la masculina. Pero sí es verdad que hay una especie de corriente común en la mirada femenina. Que somos, como bien decían los antiguos, la tierra, la madre… Se ve en esta manera entregada de amar, por ejemplo. Los hombres aman más con la bravura del mar. Pero la mujer es más con la entrega de la arena, de la playa. Estoy haciendo alusión a las implicaciones de la propia biología en la manera de sentir el mundo. Porque también sentimos el mundo a través de nuestro cuerpo, y eso es inevitable.

Quizás, viéndolo así podemos entendernos más cuando amamos, cuando sufrimos, cuando nos desesperamos, cuando nos desengañamos, ¿verdad?
Absolutamente, al comprendernos, perdonarnos también por no entrar en un esquema que a lo mejor no es el nuestro.

¿Hay que encontrarte en tu poesía? Y hago alusión a la frase de Bob Dylan: “Un poema es una persona desnuda”.
De todos los géneros literarios, la poesía es donde están más cerca el narrador y el autor, sin ser idénticos. Tenía razón el gran Bob Dylan de que se hace un striptease emocional bastante grande. Hay que ser un poco osado o inconsciente para hacer poesía, porque el poeta queda desnudo. Sin ser autobiográfico, hay un porcentaje de identidad personal real enorme. Sería muy difícil fingir una mirada hacia el mundo. Y además, sería muy absurdo; para qué quieres fingir. Dijo el gran maestro Pessoa que “el poeta es un fingidor”. Pero el poeta se desnuda bastante más que el novelista. Cualquier persona que escribe no puede evitar dejar su alma y personalidad en el papel, pero en la poesía yo creo que esto es todavía mucho más directo. Se habla desde unas regiones en las que ya no hay máscaras. La armadura ésta que nos ponemos para sobrevivir va más por fuera…

Laureano Recio.
Laureano Recio.

¿Con cuál de tus estrofas te identificas o te sientes más, por decirlo de alguna forma?
Yo creo que eso es como si a una madre le dicen con qué hijo te quedas… Todos tenemos querencias y tengo poemas preferidos y otros que funcionan mejor. O con el tiempo te das cuenta de que algunos poemas han tenido mucho más acierto que otros. O de haber conseguido algo más grande que con otros.

Con Invocación has tenido grandes conquistas.
Hay veces que uno escribe como al dictado. De pronto, hay momentos que uno está como en estado de gracia, con la sensibilidad hipertrofiada, y escribe como en un rapto inspirativo. Esto pasa muy poco, ojalá pasara más. Este poema, Invocación, lo escribí así, y no me pareció que tuviera tanta importancia en aquel momento. Pero la acogida de la gente ha sido tal que es una especie de estandarte. Y la verdad es que significa muchas cosas, y dada la actualidad, por desgracia, hace que esté más en boga que nunca, a pesar de que tiene casi diez años.

“Que no crezca jamás en mis entrañas
esa calma aparente llamada escepticismo.
Huya yo del resabio,
del cinismo, de la imparcialidad de hombros encogidos.
Crea yo siempre en la vida
crea yo siempre
en las mil infinitas posibilidades.

Llore yo todavía
por sueños imposibles
por amores prohibidos
por fantasías de niña hechas añicos.

….

Por si vinieran tiempos de silencio”.

Poesía que emociona. Por tu capacidad de comunicación. Con tu intuición lírica. Por la empatía, que hace que nos identificamos rápidamente con tus versos. Decía Salvador Casado, colaborador también de el Emotional magazine: “Las personas nos rompemos por los mismos sitios”. Tú llegas a la esencia de lo que sentimos, de lo que nos duele; a cosas muy profundas que sentimos todos. Consigues expresarlo.
Muchísimas gracias, ante todo. Y es muy hermosa la cita del compañero. Porque, efectivamente, nos rompemos por los mismos sitios. Lo dijo el poeta Juan Gelman: “La poesía trata sobre lo íntimamente humano”. Aquello con lo que te quedas cuando analizas a cualquier persona y le vas quitando las características secundarias (edad, clase social…). Si quitas todas sus circunstancias, te quedas con el centro, con esta especie de intersección que tenemos todos, que nos hace humanos. Es el verso de Blas de Otero “Fieramente humanos”. Y fieramente humano era también un verso de Góngora. Eso es lo que hace que nos rompamos por los mismos sitios. La poesía habla de este corpus limitado de cosas.
Soy una firme defensora de la claridad en la poesía. Y cuando hablo de claridad no estoy tratando de expresar que haya unos tipos de poesía superiores a otros. Porque hay poesía hermética que es maravillosa. O poesía surrealista fantástica. Cuando hablo de claridad me refiero a poner el lenguaje al servicio de la comunicación entre dos personas. El dominio del lenguaje, al poeta, como al soldado el valor, se le presupone. Pero si un poeta utiliza el lenguaje como una especie de barrera ante la cual el lector necesita un cursillo avanzado para poder comprender, eso crea una distancia entre la poesía y la gente que para mí es nociva. Porque todo arte, bajo mi punto de vista, pretende comunicar almas o personas. En el momento en que se crea la comunicación se crea el arte: “Las Meninas” no existirían sin la mirada del admirador de la pintura.
Yo siento esta necesidad de comunicar. Machado dijo: “Lenguaje claro, pensamiento hondo”. Intentando no restar un ápice de profundidad y para nada frivolizar ni banalizar; no quitar un ápice de toda la elegancia moral que debe relucir en la poesía, pero intentar el lenguaje como un puente y no como un precipicio.

Como lectora, te agradezco muchísimo este esfuerzo que haces, de verdad. Es extraordinario conectar con tu poesía.
Estoy absolutamente feliz, porque como se suele decir, con haber logrado comunicar con una persona doy por buenas todas las horas…

“La escritura eterniza el instante”, dices. ¿Tienes esta conciencia de que tu trabajo es una forma de eternizar un instante de lo que vives?
Aquella intrahistoria de la que hablaba Unamuno, lo que pasaba dentro de las casas, o de lo que hablan las mujeres y los hombres a la hora de cenar… Esta microhistoria cotidiana la conocemos a través de la literatura y no a través de la historia. Hay muchísimas cosas sobre cómo vivían las personas de un lugar o de otro en el siglo XIX, XVIII, etc., que sabemos a través de la literatura. Si no hubiese existido Lope de Vega, o Calderón, o Góngora, o Quevedo no sabríamos tantas cosas sobre el alma de los hombres y las mujeres del pasado.
Creo que una responsabilidad de los poetas es ofrecer el tiempo presente al tiempo venidero. Independientemente que yo vaya a durar o no, porque, como decía Juan Ramón Jiménez, “nunca te juzgan tus coetáneos”, desde el punto de vista de la perduración. La literatura tiene esa parte de responsabilidad: legar nuestro tiempo a otros tiempos, por si hubiera alguien a quien pudiera interesarle.

Para terminar, ¿nos eliges un poema de amor, de la traducción reciente que has hecho de la obra de Edgar Allan Poen?
He rescatado unos 25 poemas de este autor, respetando la rima, la métrica, la prosódica… Ha sido rompecabezas lingüístico muy enriquecedor y también ha sido un medio de bucear en las entrañas de la literatura de un autor que admiro profundamente, porque fue como sumergirme en su alma. Hay algunos que me han resultado hermosísimos. Balada nupcial fue un verso que me gustó mucho traducir. Leo la primera estrofa:

“Luce el anillo ya en la mano mía,
la guirnalda la frente me decora,
de alhajas y organdís de gran valía
tengo llena en mi cuarto la alcancía,
y soy feliz ahora”.

Y Raquel Lanseros nos recitó con toda su generosidad y capacidad en el arte este poema. Con la misma actitud abierta, receptiva y entregada con la que nos regaló las respuestas hermosas, poéticas, sabias y humanas de esta entrevista.

Gracias, Raquel.

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